Yo, tu dueno

Fui el señor feudal que te desfloraba la noche de tu boda, aunque fuera otro tu esposo, el elegido. Y soy el que te acaba de violar en Irlanda, y sigo libre, pues para el jurado si usas tanga con bordados es porque quieres. Aunque me hayas dicho que no.

Fui el patrón colonial que te tomaba sexualmente estirando el “derecho de Inquilinaje” hasta las covachas en que dormías. A ti y a tus hermanas: indias, cholas, anacas, huasipungueras. Y soy uno entre los miles que te reducimos a lo que eres: un rostro en forma de nalgas que promociona por igual jabones, llantas, seguros o cervezas. Con tus glúteos, lo que sea.

Fui los 5 que hace poco te ultrajamos en España, en manada. Y libres estamos. Y los 33 que junto a tu novio te violamos en Brasil y luego divulgamos imágenes de la hazaña. Y los varios que te quemamos viva en Pakistán por atreverte a elegir esposo. Y los innumerables que te violamos mientras parías, tú, colombiana, una de las más de 400 mil latinas con las que traficamos sus servicios sexuales en la Europa de tus sueños.

Y soy los millones que te prohibimos, hoy, la blusa escotada, la sonrisa ancha, la falda estrecha.

Soy el ecuatoriano que 7 veces violó la ley 7 veces salí sin cargos hasta que en la octava fui a matarte por encargo, gracias a una justicia que no indaga, y unos policías que no entienden, y unos familiares, vecinos, amigos que no oyen, no ven, no hablan. No sienten.

Soy el padre, el amigo, el hijo, el esposo, el amante de las 7 de cada 10 mujeres que en Ecuador insulto, agredo, violo, humillo o mato cada día, cada mes, cada año. Las otras 3 que no se duerman: siguen en la mira. Y también soy, de algún modo, la madre, la hija, la hermana, la amiga que intuye, o sospecha, o sabe. Y casi siempre calla.

Soy, aquí y ahora, y a propósito de eso que llamas, ingenua, Día Contra la Violencia a la Mujer, el que asesina una cada 72 horas por el solo hecho de ser mujer. Y el que todos los días viola una mujer distinta, en Quito. En Guayaquil, atiendo a doble turno sábados y domingos.

Y lo seguiré haciendo. Porque con cada indiferencia, yo florezco: ella es mi gasolina para que yo sea tu dueño.