El edificio Bartolo, hoy desvencijado y abandonado, es un fantasma en el centro de Manta, en Tarqui, que solo sirve de recuerdo del frenesí comercial que tuvo la zona antes del terremoto de hace tres años.

La desgracia ajena dejo reditos tras el terremoto de 2016

Tres años después del fatídico 16 de abril, EXPRESO recorre las zonas más afectadas en busca de historias de quienes se aprovecharon del drama o encontraron la vía para resurgir.

Es una mañana serena en la calle 105 y avenida Malecón de Tarqui, en Manta (Manabí). La zona cero. El silencio es un huésped permanente. Hay escombros y las cañas sostienen las columnas de algunas edificaciones que, aun cuando han pasado tres años del terremoto de 7,8 grados que sacudió a Ecuador, siguen en reconstrucción.

Jhon Vera, presidente de los damnificados, es parte de un grupo llamado Tarqui Vive, creado tras el 16 de abril. Día oscuro para los ecuatorianos. Desde su casa, la cual no ha podido ser reparada hasta ahora, relata: “Me tocó empezar a reconstruirla con mis propios medios... Me cansé de esperar, aquí somos muchos los que hemos perdido la paciencia”, se lamenta el hombre.

Dice que el terremoto dejó muerte, dolor, tragedia, destrucción... y de eso se aprovecharon muchas personas. “Yo, por ejemplo, tuve tres contratistas para la construcción de mi vivienda. El último fue un conocido. Terminó siendo lo mismo”, comenta.

Su vivienda se vio afectada luego de que le cayeran las paredes del hotel Las Gaviotas, en cuyas habitaciones se encontraban futbolistas de las divisiones inferiores de la Universidad Católica y que, afortunadamente, salieron ilesos. “Se dieron miles de situaciones (como esta)... Y el Estado se burló de nosotros. Yo no recibí ningún bono. Muchos pasamos lo mismo”, sentencia.

En esa zona aún hay terrenos vacíos. Algunos edificios muestran las huellas de la catástrofe. Y el corazón comercial de Manta, como lo conocían sus habitantes, palpita lento. Betty Cedeño, representante del grupo Amores Eternos, conformado por familiares de víctimas del 16A, apunta a un lote baldío donde estaba el Centro Comercial Felipe Navarrete. Allí, la noche del seísmo, murieron al menos 95 personas. Hoy varios contenedores ocupan el espacio. “Se alquila”, resalta entre esos botes. Luce todo normal, aunque a Cedeño ver eso le causa dolor.

Considera que hubo prioridad para el tema económico y se dejó de lado la connotación social. “Ese lugar quedó marcado por la muerte”, expresa. Allí debió construirse una plaza memorial, una especie de santuario que hubiese servido incluso para atraer turistas. Pero no. Se volvió una zona comercial. Y por eso existe una demanda contra el propietario del centro comercial, un proceso que “va lento pero seguro”, recita la mujer.

Felipe Navarrete, dueño del terreno y del centro comercial que se derrumbó, dice que el objetivo de colocar puestos en ese lugar no obedece a un capricho. La idea es dinamizar ese eje comercial. “El memorial ya se hizo sobre el parque. Queremos instaurar un modelo comercial. El mercado está por construirse, mientras tanto queremos reactivar la zona”, argumenta el empresario.

Antes del terremoto, Tarqui era un sector que no dormía. Así, al menos, lo recuerda Irene Bermello, una comerciante que añora aquellos días de importantes ventas. Las esperanzas puestas en reactivar esta parroquia mantense recaen en la construcción de un moderno mercado.

Recursos sí hay. La dirigencia indicó que se ha logrado conseguir 2’400.000 dólares del seguro. Una universidad realizó los estudios arquitectónicos y del suelo. Pero el tema burocrático, dicen, ha sido un obstáculo. Ahora aguardan a que la nueva administración municipal luche por ello.

“Hay muchos que creen en Tarqui”, espeta Jhon Vera. Y por eso los habitantes anhelan que, a través de una alianza público-privada, se construya, además del mercado, un centro comercial.

No todo es negativo. Ha habido obras, y lo confirman los mantenses. Se han edificado 51 viviendas en la zona cero, con el proyecto María Auxiliadora. En el ámbito educativo se reconstruyó el colegio San José. Eso sí, con los recursos de los salesianos. Desde el Distrito de Educación se informó sobre la rehabilitación de la escuela Ramón Virgilio Azua, que después de tres años volverá a acoger a los niños tarquenses.

Y en temas de seguridad, dos UPC fueron habilitadas. Aunque el alcantarillado pluvial es una deuda pendiente. Las últimas lluvias inundaron la zona. Y la energía eléctrica es deficiente, afirman los lugareños.

Pedernales: No a los edificios de más de dos plantas

“No es el mismo Pedernales”. Fernando Moreira, habitante de este cantón del norte manabita, se queja porque la ayuda recibida por el Gobierno ha sido insuficiente. Si Pedernales está resurgiendo es, dice, por la garra y empuje de los lugareños. El hospital aún se resiste y, de momento, cuentan con uno móvil.

La tragedia trajo oportunidades y dejó lecciones. En este lugar, epicentro del sismo del 16 de abril, una de las ventanas que se abrió fue en la construcción. El Cabildo dispuso que en la zona del malecón no se construyan inmuebles de más de dos pisos.

Los servidores turísticos, en especial los que prestan servicios de alojamiento, han acogido esta normativa, argumentando que se debe priorizar la seguridad. Ahora, quienes visiten Pedernales ya no verán grandes edificaciones. “Entendimos que debemos tener planes de contingencia, más puertas de emergencia. Son aprendizajes que nos ha dejado la catástrofe. Los estamos poniendo en práctica, ya que son importantes para seguirnos recuperando”, dice Ximena Pazmiño, administradora de un hotel que está de pie luego de haber colapsado.

Alberto del Valle, turista, cree que la mejor forma de ayudar a estos cantones en vías de reactivación y reconstrucción es visitándolos. “Demos la mano a nuestros amigos manabitas. No recordemos solo la tragedia”, propone el quiteño.

Bahía de Caráquez: La cultura importa

Para Daniel Cedeño, ciudadano bahieño, la cultura es un faro que alumbra el desarrollo y abre un abanico de oportunidades para el crecimiento de las sociedades. Sobre la base de esos argumentos, considera más que necesaria la reactivación del Museo de Bahía de Caráquez.

Tres años después del terremoto, llega un anuncio que ha motivado a los habitantes de “la ciudad sin copia”. El viceministro de Cultura y Patrimonio, Gabriel Cisneros, anunció la inversión de $ 350.000 para su repotenciación, a través de la Subsecretaría de Memoria Social. Sixtina Ureta, directora de los Museos de Manabí, recordó que antes del sismo este repositorio era un motor de la cultura y el turismo del sector, con gran afluencia de visitantes de la zona norte de Manabí (Chone, Manta, Portoviejo, Pedernales) y turistas extranjeros. “Hoy nos solicitan la reactivación de este espacio simbólico para la ciudad”, precisa, agregando que los bienes culturales se encuentran salvaguardados en las Reservas Nacionales del Ministerio de Cultura y Patrimonio. Se informó que los estudios técnicos, la repotenciación y los arreglos estructurales del Museo de Bahía de Caráquez empezarán este año, con el propósito de reaperturar y devolver a la población bahieña en el 2020 este espacio dinamizador de la cultura.

Portoviejo: El comercio se mudó, los trabajos son lentos

Para el académico Carlos Intriago Macías, Manabí y su capital Portoviejo son escenarios acostumbrados a trabajar sin descanso. Por ello, resalta que los comerciantes y emprendedores se levantaron de la ruina y salieron a buscar una nueva fuente de ingresos.

Continúan los trabajos de reconstrucción en la zona más afectada por el terremoto del 16 de abril. “Vemos trabajo pero mucha lentitud y eso nos impacienta. Queremos regresar al lugar donde el dinamismo y las ventas eran mejores”, manifiesta Diego Macías, comerciante portovejense. En el epicentro de la destrucción aún se observan viviendas con secuelas. Otras han empezado a repararse.

Por su parte, Adriano Zambrano, un lugareño, destaca la construcción de los parques La Rotonda y Las Vegas, como parte de la reactivación. “No podemos hacernos los ciegos. La regeneración de Portoviejo es palpable. Nuestra autoestima ha subido, nos sentimos orgullosos de decir que somos de la capital manabita”, asegura. Pero esa perspectiva no es compartida por todos. El comercio se fue de la zona cero y fue reubicado por el Cabildo en la calle Alajuela. Intriago critica esta situación. “Se interrumpió la tranquilidad de los moradores. Además, por las condiciones de seguridad, el cambio fue un fracaso. Las ventas disminuyeron porque todo el casco urbano-comercial se destruyó”, protesta Intriago.