Desafios de la democracia
Los desenfrenados reclamos habidos últimamente en América Latina obligan a reflexionar sobre el futuro de la democracia en la región. Es verdad que los problemas sociales, políticos, económicos, no son iguales en todos los países, pero las protestas en Chile y Ecuador tienen similitudes por el vandalismo, destrucción y pillería exhibidos. En ambos países el factor detonante o pretexto es un progresivo crecimiento de la pobreza y el alto costo de vida, lo cual no justifica alterar el orden constituido.
Una democracia se debilita cuando los gobiernos se alejan de la esencia de la misma. Los pueblos los eligen vía elecciones y estos deben obrar respondiendo a toda la sociedad; es equivocado actuar según intereses o percepciones del grupo gobernante. No se puede olvidar que los Estados nacen de un contrato social, según acertada tesis de Rousseau, ideólogo de la Revolución francesa, y los pactos hay que respetarlos.
Los recientes fatídicos 12 días que vivió el Ecuador imponen un desafío: o se defiende la democracia o se cae irreversiblemente en un totalitarismo, donde quienes gobiernan con su ideario fundamentalista usan el temor, el abuso, la represalia. El ejemplo de Venezuela no admite confusiones, no aceptarlo es caer en el triste papel de “tontos útiles” que nos condenará a vivir en regímenes que eliminan toda posibilidad de disentir, emitir opiniones, hacer peticiones, gozar de libertad, una justicia independiente, invocar los derechos humanos.
Hay que fortalecer la institucionalidad, el imperio de la ley, sincerar el discurso político, desterrar la corrupción que corroe la democracia. Las clásicas posturas de izquierda o derecha están rebasadas por nuevos retos: déficit de alimentos, agua, calentamiento global, estampidas migratorias, avance del narcotráfico, proteccionismo, bilateralismo, multilateralismo.
En Bolivia en consulta popular más del 50 % votó contra la reelección indefinida. El actual presidente Evo Morales, sin importarle la sugerencia de la OEA, se aferra al poder en un cuestionado proceso electoral en el que él no tiene el 50 % de votos; eso no es democrático.