
La danza, entre el negocio y la pasion
En Guayaquil existen alrededor de 300 academias que enseñan todo tipo de bailes. Las hay para todo público. Las mensualidades van desde $ 20 hasta $ 60.
Los movimientos van al compás de la suave música que inunda de paz el salón. Las bailarinas no se aceleran y con sutileza expresan sus habilidades corporales, haciendo creer que las zapatillas de ballet no son un accesorio de su típica vestimenta, sino más bien parte de su ser.
Así se siente el arte en un aula de clases. Que la danza ayuda a formar seres disciplinados, creativos y sensibles, es una premisa con la que coinciden danzantes y coreógrafos.
Esta forma de expresión que ha evolucionado en todos sus aspectos con el pasar del tiempo, y que más que una vía de entretenimiento se ha convertido en una aclamada y atractiva profesión, se instala cada vez con más fuerza en las grandes ciudades del mundo. Y Guayaquil no es la excepción.
Para Gabriela Infante no hay nada mejor que recibir el amor de sus pequeñas alumnas y ver cómo estas desarrollan positivamente sus personalidades a través de este arte. De 28 años, Gaby, como la llaman sus discípulas, es la directora de la academia de danza CLAP, situada en la vía a la costa.
De esta escuela de baile en Guayaquil hay dos locales más: uno en Samborondón y otro en el Mall del Sol. Entre los tres espacios, CLAP acoge a 250 niñas que van desde los tres a los dieciséis años de edad. “Esta escuela tiene una metodología lúdica, es decir que se aprende jugando. Se enseña la danza de una manera pedagógica de acuerdo con la edad de la niña”, explica Gaby.
Pero no solo aprender ballet clásico seduce hoy a los guayaquileños. Cada vez hay más escuelas ofreciendo asimismo clases de jazz, tap, flamenco, danza árabe, salsa, hip hop y otros ritmos.
Y abrir locales para ofrecer este tipo de preparación artística es, sin duda, un negocio también. En CLAP, por ejemplo, la matrícula cuesta $ 65 y la mensualidad $ 70, a más del IVA.
No se sabe con exactitud cuántas escuelas de baile hay en la ciudad. No existe un organismo que las registre como tal. Pero entre las más conocidas está la de José Miguel Salem, con 22 años de funcionamiento. Esta escuela tiene sucursales en la Alborada, Samborondón, Urdesa y Villa Club.
Entre las más nuevas están: PAM, Scarlett Pazmiño, Dancers, Priscila Ramos, Andanzas, Expressions, Blue Dance, Dorney y Jimmy Mendoza.
Basado en el último conteo realizado por conocedores de este arte en la urbe, Iván Nevárez afirma que existen unas 300 academias entre las manejadas por bailarines profesionales con licencias y las creadas por danzantes empíricos.
Nevárez es el administrador de Danstar, una de las más asequibles en lo económico. La matrícula vale $ 20 y la mensualidad $ 40. “No tenemos esa mentalidad mercantilista. Para nosotros lo importante es que las niñas aprendan lo bueno de este arte”, afirma el directivo.
Esta escuela está en el barrio del Seguro (sur de Guayaquil) y pese a que solo tiene un inmueble con tres salones, ha duplicado su número de alumnos en los últimos dos años.
Actualmente hay academias de baile para todos los bolsillos. En las más de diez consultadas por EXPRESO, la inscripción y las mensualidades van desde los $ 20 hasta los $ 60. Pero la competencia entre todas ellas es alta.
Algunas apuntan a todas las edades y clases sociales. El centro artístico de Yesenea Mendoza es un ejemplo. Y es el de mayor demanda en el país. Tiene 11 locales repartidos en Guayaquil (7) y Milagro, Portoviejo, Salinas y Olmedo (Manabí). Entre todos juntan hoy cerca de 2.000 estudiantes.
Además tienen un programa de estimulación temprana. “Las nenas y nenes pueden ingresar a partir de los cinco meses de edad. Ellos desarrollan el oído musical y se les realiza masajes y ejercicios que fortalecen su sistema motriz y psicomotriz”, indica la bailarina.
Mendoza además ha creado una fundación que beneficia a estudiantes de los barrios populares de la urbe, con mensualidades de 22 dólares.
El lucro de las escuelas también favorece al negocio de las instituciones que realizan festivales y competencias de danza. Por ejemplo, UDA y All Dance son filiales norteamericanas que organizan concursos en los que para participar hay que pagar una cuota de entre 20 y 40 dólares por bailarín.
El mundo artístico, si bien es cierto permite alejar de cosas negativas a niños y jóvenes, también les depara un difícil camino a quienes deciden hacerlo parte de sus vidas.
“Cuando las niñas me dicen: ‘Tía Gaby, yo quiero ser como tú’, los papás cambian el rostro, como expresando una negación”, comenta Infante, quien tiene una licenciatura en Danza y es además ingeniera en Administración de Empresas. “Ellos quieren que la escuela solo sea un hobby (para sus hijos), porque es muy difícil vivir de la danza. Pero no es imposible”.