Cuadruple amenaza de Italia a Europa

El nuevo ministro de Economía y Finanzas de Italia, Giovanni Tria, buscó tranquilizar a los mercados financieros con promesas de que el nuevo gobierno de coalición del Movimiento Cinco Estrellas y la Liga no abandonará el euro ni inflará el déficit fiscal contra las normas presupuestarias de la Unión Europea. Pero Europa todavía no está a salvo. La asunción del gobierno populista y euroescéptico aumenta el riesgo a mediano plazo derivado de cuatro cuestiones: sector bancario, deuda pública, políticas laborales y migratorias, modelo de crecimiento del país. En noviembre será el 25.º aniversario del Tratado de Maastricht, que transformó la Comunidad Económica Europea en la UE; y en 2019 se cumplen veinte años de la creación del euro. Ambos han sobrevivido y crecieron superando desafíos como la crisis de deuda soberana de Grecia y la decisión del Reino Unido de abandonar la UE. Pero aunque la eurozona logró capear estos temporales, todavía padece diversas cuestiones irresueltas. En los últimos años, el creciente sentimiento nacionalista y xenófobo impulsó el ascenso de partidos populistas dispuestos a cuestionar las normas de la UE y desafiar a los burócratas de Bruselas. Y la crisis financiera de 2008 dejó a muchos bancos europeos en una posición inestable, mientras en varios países europeos la deuda soberana, corporativa y familiar sigue siendo alta. Si bien hubo cierta reducción del desempleo, todavía es el doble que en EE. UU. Y tras una reciente recuperación, la tasa de crecimiento general de Europa ha vuelto a reducirse. Además, mientras la población europea envejece, los intentos de revertir exorbitantes transferencias, altos impuestos y regulaciones inflexibles no han sido plenamente exitosos. Tria afirma que no hay planes de aumentar el gasto y reducir impuestos; pero es precisamente la combinación de políticas que acordaron los partidos de la coalición cuando formaron gobierno. Gran parte de la deuda soberana de Italia está en poder de sus propios inestables bancos. Los italianos se oponen hace mucho a la directiva de la UE que exige que los acreedores asuman una parte de las pérdidas en caso de quiebra bancaria, porque la propiedad de los bancos italianos, surgidos de las ciudades Estado históricas de la península, está concentrada dentro del país. Otro tema al que hay que prestar atención es la inmigración. Matteo Salvini, líder de La Liga y ministro de interior, escribió en Facebook: “Salvar vidas es un deber, convertir a Italia en un inmenso campo de refugiados no lo es”. La creciente hostilidad del electorado italiano a la inmigración forma parte de una tendencia más amplia que recorre la UE, desde Hungría y Polonia hasta el RU. Justo antes del referendo por el “brexit” en 2016, el entonces primer ministro británico David Cameron hizo un último pedido desesperado a la canciller alemana Angela Merkel de que aceptara un límite al ingreso de personas al RU. Merkel se negó y la opción del “brexit” ganó el referendo por estrecho margen. Lo irónico es que ahora Merkel enfrenta la misma reacción antiinmigrantes que Cameron en 2016.

En toda la UE crecen las tensiones entre las ideas de autonomía local, soberanía nacional y autoridad supranacional. Si la reciente recuperación cíclica de Europa no se convierte en crecimiento sostenido a largo plazo, entonces la cuádruple amenaza italiana (bancos, deuda, rechazo a la inmigración y malestar económico) pondrá a prueba la resistencia de la moneda única y de la integración europea en general. Mucho dependerá no solo del nuevo gobierno de Italia, sino también de la suerte que corra la agenda reformista de Macron.