Entre la crisis y el pais corcho

Los miembros de mi generación nacimos, nos criamos, crecimos y maduramos bajo una constante: “la crisis y el país corcho”. ¿Cómo y por qué ha sido así? Pues, entre cuartelazos, tiroteos, escándalos, golpes de Estado, gobiernos generalmente anodinos y dependencia de los vaivenes de los mercados, transcurrió toda una vida, y, tal como lo vemos, sigue igual.

La parsimonia que nos caracteriza individual y colectivamente nos ha dado una resiliencia que por una parte es ejemplar y por otra el resultado de la indiferencia, o de la pereza y falta de voluntad para forjar una identidad o un proyecto de Nación (que lo pongo con mayúscula, porque lo considero un concepto que está por encima del Estado). La boya de salvamento ha sido el “país corcho” refiriéndose a la propiedad de la corteza del árbol de alcornoque de siempre flotar y dejar ser llevado por la corriente.

El corcho se refería, en el pasado, a la habilidad del Banco Central de emitir a discreción moneda depreciada que nos castigaba con la inflación. Recuerdo que la Universidad de Guayaquil publicaba un anuncio todos los meses en el que reportaba cuánto “valía” un sucre (esto es, en cuánto se había desvalorizado la moneda). En algún momento reportaban que valía cuarenta centavos y, obviamente, siguió bajando hacia cero pero se cansaron de publicar una información inservible para reflejar un valor que, cual acto de magia, se desvanecía delante de los propios ojos.

Era un corcho que podía hundirse, pero seguía el rumbo que le marcaba la corriente. La depreciación de la moneda se la manejó comprando tierras, especulando con dólares, con contrabando de hormigas para subsistir las prohibiciones de importar y los aranceles ridículos que originaron la “bola” en los apetecidos puestos de las aduanas y de rentas. Se formaron las argollas, se fortaleció el proteccionismo y el control de cambios, se instituyó la represión financiera, se fortalecieron las oligarquías y gran parte de los ecuatorianos quedaron atrás en un modelo alienante y excluyente.

Hoy el mundo ha cambiado: a medias. Se conservan muchas de las taras del pasado, pero las expectativas son otras. Correa intentó fundar la República Socialista Soviética del Ecuador basándose en la elevación efímera del precio del petróleo y en su fe inquebrantable en los demonios del socialismo. El menos llamado a arruinar su intento fue su propio delfín, pero lo hizo forzado por la sepsis que se había esparcido por todo el país, producto de la corrupción que se tomó todas las instancias del gobierno, desde su cúpula hasta sus bases. Sin embargo, lo hecho por Lenín en el ámbito político ha tenido una mínima resonancia en lo económico y seguimos cargando un pesado lastre. Todas las proyecciones de crecimiento coinciden en que no hay tal, y no habrá crecimiento sustentable mientras continuemos siendo un corcho.

La crisis presente no se irá mientras subsista el Estado disfuncional y caro. Entretanto, hay graves signos de deterioro social, la corrupción sigue vigente y el sentido de Nación sigue extraviado, sobreviviendo en los libros de Cívica, materia que hoy no existe más en programas educativos que hace rato abandonaron los valores.