Puede crecer China lo planeado

El décimo tercer plan quinquenal de China planifica su estrategia y ambición económicas para el período 2016-2020, entre ellos, una duplicación del PIB y los ingresos promedio de hogares rurales y urbanos con relación a sus niveles de 2010. Estos objetivos exigirían que la economía de China creciera a una tasa anual promedio de por lo menos 6,5 % durante los próximos cinco años, ritmo incuestionablemente rápido en términos internacionales.

El crecimiento económico resulta de incrementos en la productividad laboral causados por el progreso tecnológico y la actualización industrial. Los países de altos ingresos, ya a la vanguardia de la productividad, deben conseguir sus incrementos a través de avances tecnológicos y organizacionales; en consecuencia, su tasa de crecimiento típica es de aproximadamente 3 %. Los países en desarrollo, en cambio, podrían acelerar potencialmente el crecimiento de la productividad, y por ende el crecimiento del PIB, si pidieran prestados recursos tecnológicos a los países avanzados. El interrogante es cuánto tiempo más puede China seguir beneficiándose de este proceso. Los países avanzados no están sentados de brazos cruzados; están creciendo y haciendo progresos tecnológicos y eso crea oportunidades para que los países en desarrollo sigan aprendiendo. Entonces, el mejor indicador del crecimiento potencial de China no es su PIB per cápita en relación a algún umbral arbitrario; es la diferencia en el PIB per cápita entre China y EE. UU., la economía más avanzada del mundo. Y si se tiene en cuenta este patrón, China tiene mucho margen para expandirse. El PIB per cápita de Japón era 21 % del de EE. UU. en 1951, y en los 20 años siguientes creció a un promedio del 9,2 %. En las dos décadas posteriores a que Singapur alcanzara ese nivel en 1967, creció a un promedio del 8,6 %. Y la historia es similar en Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur.

La desaceleración actual de la economía china es el resultado de factores externos y cíclicos, no de un cierto límite natural. China ha venido sufriendo las consecuencias de la crisis financiera de 2008 y la caída de la demanda de exportaciones. De 1979 a 2013, el crecimiento anual de las exportaciones promedió el 16,8 %. En 2014, cayó al 6,1 %. En 2015, se desmoronó aún más, a -1,8 %. Este estorbo proveniente del exterior probablemente continúe. Por eso, para lograr sus objetivos de crecimiento, China tendrá que depender de la demanda interna, incluida la inversión y el consumo. Afortunadamente, tiene fuertes perspectivas en ambas áreas. A diferencia de los países desarrollados, a los que suele costarles encontrar oportunidades de inversión productivas, China puede llevar a cabo mejoras en infraestructura, esfuerzos de urbanización, gestión ambiental e industrias de alta tecnología. Y a diferencia de muchos de sus rivales entre los países en desarrollo, China tiene un amplio espacio fiscal, ahorros de hogares y reservas en moneda extranjera para este tipo de inversiones. Las inversiones generarán empleos, ingresos de los hogares y consumo. En consecuencia, incluso si las condiciones externas no mejoran, alcanzar un crecimiento anual de 6,5 % y más está perfectamente dentro de las posibilidades de China. En ese caso, seguirá siendo el principal motor económico del mundo, aportando alrededor del 30 % del crecimiento global hasta por lo menos 2020.

Project Syndicate