Hecho. En barrios tradicionales de la urbe, como el Orellana (foto), es común ver viviendas en alquiler o a la venta.

Cinco razones para huir

En menos de una década, cerca de 141.000 personas abandonaron Guayaquil por urbanizaciones cerradas ubicadas junto a las vías de expansión de la ciudad.

Diana Sotomayor Zevallos y Mariella Toranzos Narváez

En menos de una década, cerca de 141.000 personas abandonaron Guayaquil por urbanizaciones cerradas ubicadas junto a las vías de expansión de la ciudad.

Como publicó EXPRESO ayer, el centro de la urbe y barrios tradicionales como el Centenario, Urdesa y Orellana han ido quedando vacíos, dejados de lado por villas en la vía a Samborondón, vía a la costa, vía a La Aurora y más.

Hoy, las enormes casas que adornaban las calles lucen descuidadas o fueron, de a poco, convirtiéndose en apartamentos de alquiler, parqueaderos y locales comerciales.

Pero, ¿por qué dejar una casa de 450 metros cuadrados por una de 100 metros cuadrados?

EXPRESO consultó a urbanistas, sociólogos y expertos en seguridad para averiguar qué motiva a los ciudadanos a asentarse en las zonas periféricas.

El estatus que representa vivir en una urbanización privada y el hastío con los servicios básicos, muchas veces deficientes, de la ciudad son algunas razones.

Sin embargo, los expertos concuerdan con que la falta de seguridad y el creciente índice de delitos son el principal aliciente para cambiar la comodidad por los lotes amurallados.

1) Se cansan de vivir entre rejas

Los guayaquileños ‘escapan’ porque están cansados de vivir entre rejas. “Ya no quieren vivir encarcelados, tampoco al tanto de quién los sigue o vigila. Quieren dormir tranquilos. Optan por tener algo de libertad”, precisa Jorge Villacreses, director de la Asociación Nacional de Empresas de Seguridad Integral, al enumerar las razones por las que los ciudadanos se alejan de sus tradicionales barrios.

Para él, la existencia de garitas que limitan las vías de acceso en una ciudadela han seducido considerablemente al comprador. “Por el índice de robos que hay en Guayaquil la gente vive en un estado deprimente, ya no sale, no convive, no camina por los parques”. Y eso, asegura, los obliga a salir de sus zonas y refugiarse, por ejemplo, en arterias ‘nuevas’, aún no contaminadas, como la vía a la costa y Samborondón.

2) Por tendencia y falta de valores

Para el sociólogo guayaquileño Andrés Martínez, las familias huyen de los barrios porque tienden a vivir aisladas. “Es una tendencia que surge como producto de la rapidez de la vida moderna”, explica. La gente ahora se siente incapaz de relacionarse, “vive su mundo” y ya no valora, “al menos no como antes”, el hecho de conversar con los vecinos en la esquina, fuera de la casa o en la tienda.

Tiene claro que el proceso de transición también se da por cuestiones de inseguridad. Sin embargo, no descarta que por la falta de valores e identidad las comunidades se estén alejando de sus raíces. En casa ya no se habla de los personajes que, por ejemplo, vivieron, edificaron o lucharon por ese barrio. Y más aún, a ese tipo de hazañas ya no se le da importancia, explica.

3) Guayaquil siempre se inunda

Los desperfectos en los servicios básicos, sobre todo el alcantarillado, es otro motivo para migrar. Así lo indica el urbanista Felipe Huerta. “La condición de los barrios, sobre todo los que tienen más de cincuenta años, ha decaído. Se trata de zonas en las que falla el alcantarillado, la recolección de desperdicios o hay un exceso de ruido por el paso de buses”. El ingeniero civil Juan Carlos Miranda comparte la opinión del experto. “Si cada invierno tu casa se inunda, o la calle está llena de baches, obviamente te vas a querer ir. El municipio no ofrece soluciones a los residentes de estos sectores, entonces optan por lo más fácil”.

4) Creen que irse sube el estatus

“Hay una percepción por parte del guayaquileño de que estas ciudadelas nuevas del norte ofrecen un estatus social y dan un cierto prestigio a quienes viven ahí”, señala el sociólogo y catedrático de la Universidad Casa Grande Carlos Tutivén. Con él concuerda la antropóloga Silvia Farías. “Quienes se mudan a estos sectores también lo hacen pensando en lo que dice de su estatus socioeconómico vivir ahí. Hay un intento por emular un estilo de vida ‘bueno’, a pesar de que esa casa representa una deuda a la familia”.

5) En busca de más organización

Para Briggitte Contreras, vocera de la ciudadela Villa Club, la transición está influenciada también porque en este tipo de residencias existe más organización. “La gente sabe que con la alícuota tiene asegurado el mantenimiento de sus áreas y servicios. Sabe que cada mes tiene gente que vela por el cuidado de su casa y los espacios por donde transita”.

En los barrios lastimosamente eso no existe, asegura. Los comités no siempre son unidos, trabajan, en algunos casos, únicamente por sus o áreas. Lo que dificulta la planificación, incluso en temas sociales y de seguridad, a decir de Diego Naranjo, jefe del circuito Sauces de Policía.