De la CIA al FME

Estados Unidos debe dejar de gastar en guerras e invertir más en educación; pasar de los cambios de régimen patrocinados por la CIA a la creación de un nuevo Fondo Mundial para la Educación (FME). En todo el mundo hay cientos de millones de niños que no van a la escuela, o van a escuelas con maestros mal preparados, sin computadoras, con aulas abarrotadas y sin electricidad. En estas condiciones, a muchas regiones les espera un destino de inestabilidad, desempleo y pobreza. El siglo XXI será de los países que eduquen adecuadamente a sus jóvenes para participar productivamente en la economía global. El desequilibrio actual entre lo que dedica EE. UU. a la educación mundial y lo que gasta en programas de naturaleza militar es asombroso: 1.000 millones de dólares al año en lo primero contra unos 900.000 millones en lo segundo. ¿Qué político o funcionario estadounidense en su sano juicio puede creer que una proporción de 900 a 1 entre gastos militares y educación mundial es el mejor modo de ayudar a la seguridad nacional? Varios informes internacionales recientes, entre ellos dos publicados este mes por la Unesco y la Comisión Internacional para el Financiamiento de Oportunidades Educativas Globales, dirigida por el ex primer ministro británico Gordon Brown, muestran que es necesario multiplicar por diez la cantidad de ayuda mundial al desarrollo que se destina cada año a la educación primaria y secundaria, desde los 4.000 millones de dólares actuales a unos 40.000 millones. Solo así los países pobres podrán alcanzar la escolarización universal primaria y secundaria (como demanda el cuarto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible). Para lograrlo, EE. UU. y otros países ricos deben poner en marcha la creación del FME este mismo año, sacando los fondos necesarios del gasto militar. Sin un FME, los países pobres no tendrán recursos para educar a sus niños, así como no podían financiar la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria hasta que se creó el Fondo Mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria. Las consecuencias de la falta de financiación para la educación son trágicas. Los niños dejan la escuela antes de tiempo, a menudo sin un nivel básico de lectura o escritura. Los desertores de la escuela suelen unirse a pandillas, narcotraficantes e incluso grupos yihadistas. Las niñas se casan y empiezan a tener hijos muy temprano. Las tasas de fertilidad se mantienen altas y los hijos de estas madres (y padres) pobres y subeducados tienen pocas posibilidades realistas de escapar de la pobreza. El costo de la falta de empleos decentes debida a la mala escolarización es la inestabilidad política, las migraciones masivas a EE. UU. (desde Centroamérica y el Caribe) y a Europa (desde Medio Oriente y África), y la violencia relacionada con la pobreza, las drogas, el tráfico de personas y el conflicto étnico. Poco después, llegan los drones de EE. UU. y agravan la inestabilidad subyacente.

En síntesis, debemos pasar de la CIA al FME. Desde 2000, EE. UU. y otros países dilapidaron billones de dólares en guerras y compras de armas. Llegó la hora de adoptar una nueva estrategia, sensata, humana y profesional, que aumente la inversión en educación y reduzca el gasto en guerras, golpes de Estado y armamentos. La educación de los niños y jóvenes del mundo es el camino más seguro (en realidad, el único camino) hacia el desarrollo global sostenible.

Project Syndicate