Escenario. Decenas de locales cerraron sus puertas una vez instalada la metrovía. El sector, que colinda con la ría, tiene un importante valor histórico.

La calle Eloy Alfaro pide su reivindicacion urbana

Carece de vida peatonal en varios tramos, como un efecto de decenas de locales cerrados. Expertos plantean soluciones.

La calle Eloy Alfaro es mucho más que una zona de astilleros. Cuando Guayaquil asomaba como ciudad, esa vía que conecta con la Domingo Comín, al sur, fue el primer barrio industrial de la urbe. Había fábricas de gas, jabón, calzado, cuero, cigarrillos y hasta de helado. Luego evolucionó a zona de ferreterías especializadas en herramientas de puerto.

En su uso de suelo mixto, la vida comercial convivió con la residencial. Familias de españoles, italianos y otras colonias asentaron allí sus raíces. “En este barrio se amalgamó la sociedad moderna guayaquileña que conocemos hoy”, resume Fernando Mancero, historiador y miembro del Comité Pro Centro.

Aquel escenario no es más que un recuerdo en las aceras de la Eloy Alfaro. A la zona llegó el silencio y la soledad luego de que decenas de locales comerciales cerraron sus puertas, a partir del 2006, cuando la metrovía instaló sus estaciones para conectar el norte con el sur. La riqueza histórica de la Calle de la Industria, como se conocía a esa arteria, está siendo tristemente desaprovechada, lamenta el experto.

La Eloy Alfaro empieza donde acaba la Domingo Comín, a la altura de la calle El Oro, y se extiende a lo largo de aproximadamente 20 cuadras, hasta el nacimiento de la Pedro Carbo, a la altura de la calle Colón, en el centro. Todas esas cuadras están llenas de inmuebles con puertas enrollables cerradas. Algunos se han convertido en bodegas.

La depresión del sector la explica Yelitza Naranjo Ramos, máster en Gestión y Valoración Urbana, en su estudio ‘Impacto de la implementación del sistema de la metrovía en la trama urbana y las actividades del centro de Guayaquil’.

“A nivel comercial, donde las vías son de uso exclusivo para la metrovía existe una limitación no solo a nivel de parqueo privado o parqueo para las personas que se dirigen a obtener los productos, sino también para carga y descarga de mercadería. El equipamiento que usa este sistema limita el área de desarrollo de estas actividades”. Otras zonas (como la calle Sucre) también han sentido el impacto de los carriles exclusivos.

Esta visión es refutada por otros expertos; pero la realidad de la depresión de la zona no se puede negar, aunque hay formas de recuperarla y hará falta mucho más que adoquines para cambiar el ahora, dice el historiador Fernando Mancero. “Hay una enorme infraestructura instalada y es una zona con muchas virtudes. No sufre de inundaciones, tiene calles anchas y bien pavimentadas, posee edificios con departamentos grandes...”. Se podría, por ejemplo, reactivar la vivienda con incentivos de la inversión privada y aprovechar las zonas históricas para crear un museo interactivo de la industria.

Ángela Andrade, experta en bienes raíces, conoce la zona. Para ella, lo que hace falta allí es incentivar la inversión inmobiliaria, además de una regeneración integral que repotencie la iluminación y la seguridad.

Desde Medellín, Emmanuel Ospina, experto en planificación urbana, explica que otra alternativa es modificar el diseño vial. “No funciona como espacio para quedarse porque está diseñada como una avenida rápida. La situación de reactivación allí tiene más que ver con la configuración del espacio con algún tipo de actividad que se realice”.

Algunos excandidatos a la Alcaldía también tienen ideas. Francisco Jiménez, del movimiento CREO, sugiere la creación de zonas de parqueo para reactivar el comercio. “También se debería declarar como corredores comerciales a algunas calles cercanas a la avenida y peatonalizar el comercio”.

Bolívar Rosero, quien participó por Alianza PAIS, propone cajeros, bancomáticos, centros de cómputo y restablecer en la zona servicios al cliente de entidades públicas.

Édgar Salazar, de Concertación, precisa que hace falta recuperar el protagonismo histórico de la Eloy Alfaro, a través de conexiones e intercambios entre los muelles para el acoderamientos de embarcaciones turísticas, especialmente relacionadas con la vida nocturna.

En el barrio se añora un cambio. En la esquina de Eloy Alfaro y Azuay, Alfredo Murillo cuida un condominio. Lamenta que la zona hoy sea solitaria y peligrosa, más que nada en las noches. “Aquí el movimiento es en la mañana, después de las tres todo ha muerto. Vienen en moto a robarles a los pocos peatones de la zona. Y aunque estamos cerca de la Armada, los marinos no se meten, no es su competencia”.

Una caminata entre semana en la zona basta para corroborar esa afirmación. Los soportales de la Eloy Alfaro están vacíos y sin nada más que puertas enrollables que ver.

“Frente a esa picantería quedaba una ferretería gigante que pasaba llena. Hoy, nada. Antes usted veía restaurantes, panaderías....”, dice otro vecino que camina por un tramo que intersecta con la calle Bolivia.

Al llegar a la Venezuela, toda la cuadra tiene locales cerrados, con excepción del de la esquina, la ferretería de José Gómez. “He sobrevivido de puro milagro. La verdad no pago arriendo y lo poco que ahora vendo sirve para comer. Es necesario que hagan algo para devolver el alma comercial, el movimiento a este sector. Nos han olvidado”, lamenta el morador.

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