El atentado

Jamás debe ser arma de lucha política la utilización del magnicidio porque, además de no ser eficaz, es de una característica moral que conmueve al espíritu general.

Durante muchos años los atentados se han dado en verdad o prefabricados intencionalmente para justificar persecuciones y sanciones a los adversarios políticos. Dicen que Fidel Castro sufrió muchos atentados, ninguno de los cuales hizo impacto en su persona, y falleció, viejo y enfermo. Hitler enfrentó algunos graves, pero ninguno le costó la vida, que más bien terminó por su suicidio en medio de la hecatombe de la II Guerra Mundial. El asesinato en Sarajevo del delfín del imperio Austro-Húngaro desató la I Guerra Mundial, de tan espantosas consecuencias.

En Ecuador fueron asesinados García Moreno, mientras ejercía su mandato presidencial, y Eloy Alfaro, cuando ya había concluido su trayectoria política, siendo apresado por quien fuera su compañero de batalla, y entregado a una turba que arrastró su cadáver por las calles de Quito y que luego lo incineró en el parque de El Ejido, junto a sus cercanos partidarios. Esos dos asesinatos son una excepción trágica en nuestra vida política porque lo corriente, cuando hubo gobiernos que persiguieron con la fuerza a sus opositores, fue la prisión. Algunos de ellos salieron del calabozo para asumir en el palacio de Carondelet un mandato popular.

Lo que ha ocurrido en Venezuela es que se ha escenificado un atentado para que su presidente pueda acusar a sus adversarios de tramar su asesinato y para tomar oxígeno en un momento que muchos esperan sea su final. Se ha inculpado del suceso al presidente de Colombia, de quien Maduro se ha declarado enemigo cerval. Y es que el mandatario venezolano atraviesa por una grave circunstancia económica y ha debido confesar su fracaso. Aunque un atentado no se explica en Venezuela porque su sucesor sería peor que Maduro y dejaría al país en más graves circunstancias.

Ya se ha puesto en duda y en solfa el atentado, y pronto se descubrirá la realidad. Lo de Venezuela ya sobrepasa lo imaginable y no es posible que se prolongue por mucho tiempo. Un golpe de cuartel o un alzamiento popular acabarán con un régimen detestable e ilegítimo, que ha causado muy serio daño a ese país.