Se acerca el dia “D”

El sábado anterior la caravana de inmigrantes, en su mayoría hondureños, que trata masivamente de llegar a EE. UU., que a pesar de todo sigue siendo el sueño de los carentes de oportunidades de alcanzar un vida mejor al sur del río Grande, simplemente porque sus países de origen no pueden dársela, extorsionados y maltratados económicamente con el inequitativo comercio de su producción natural, de parte -precisamente- de los gobernantes del país de sus sueños, logró su primer objetivo, entrar en territorio mexicano. Tras derribar la valla fronteriza del lado guatemalteco y cruzar el puente sobre el río Suchiate, alrededor de 4.000 migrantes que se habían agrupado en el centro de la ciudad guatemalteca de Tecún Umán, con mujeres y niños al frente, rompieron el cerco policial que resguardaba la Aduana y lograron abrir y doblar una valla metálica que impedía el paso hacia la frontera. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) aceptó acompañar al gobierno mexicano frente a la caravana que ingresa por la frontera sur, curándose en salud probablemente para que el cada vez más prepotente y supremacista presidente Trump no la acuse de no haber hecho lo suficiente para que la Gran Caravana no llegue a EE. UU., y en el caso contrario, le suprima toda ayuda gubernamental que estuviere prestando a su vecino de la frontera sur, país del que quiere estar separado radicalmente, según su demencial proyecto de una colosal muralla que impida el ingreso de los latinoamericanos del sur al coloso del norte. Un mandatario que no ha tenido el menor empacho en decir que no quiere más migrantes de “países de m...”, refiriéndose a la migración justamente de quienes en forma masiva protagonizan un hecho insólito en nuestro continente: la grande y larga marcha que desde hace un par de meses avanza desde Honduras, y cuyos marchistas más adelantados han llegando ya a Tijuana, sin que les importe los miles de soldados de combate que el irascible Trump ha desplegado en la frontera con orden de repeler, y según se dice a voces, aun de matar, como si sus integrantes, pacíficos e indetenibles, fueran soldados enemigos y no gente de paz, tan desesperada, que confunde Belén con Nueva York.