Editoriales

De vocación: corruptos

"La gestión de lo público en Ecuador se ha perennizado en una combinación letal: corrupción e ineficiencia. Ambas características acaban por sí solas con el servicio por el que pagan los contribuyentes"

Si aún había algún ciudadano incauto en Ecuador que creía que la corrupción era como una especie de factor inesperado e imprevisible en la gestión pública, la llegada de las vacunas ha mostrado que es en realidad una vocación generalizada en los administradores de los servicios del Estado. No hay narrativa que convierta en errores o deslices el hecho de que se estén vacunando personas que ni estaban en la lista ni tienen prioridad alguna con base en los criterios lógicos establecidos a nivel mundial: ciudadanos vulnerables y personal médico de primera línea. Tan obvia es la falta de explicación ante estos dotados de sabiduría criolla que el ministro responsable no da respuesta. No la tiene ni la piensa dar. Eso supondría empezar casa adentro, por sí mismo.

La corrupción en la clase política y en el funcionariado público desliza dos de las grandes características que destruyen los servicios por los que pagan los contribuyentes: la ineficiencia y la indolencia. Van de la mano. El Estado, desnaturalizado por estos aprovechados acostumbrados, ha resultado ser el peor gestor. Como efecto secundario, deja en evidencia la inexistente inteligencia de quienes lo conducen. Si además de vocación para los atajos y las irregularidades, fueran listos, nadie lo notaría.