Peor que “roben bien”

Los acuerdos políticos que se fraguan por debajo de la mesa podrían plantearse ante la mirada de todos, si no fuera porque los mismos actores ya no distinguen qué de lo que están negociando está bien o está mal’

La sociedad pide a sus dirigentes que sean honestos, que no se beneficien ellos mismos cuando llegan a una parcela de poder, que usen los recursos públicos para mejorar la vida de todos y no la de su entorno. Los ciudadanos lo claman porque están más que aburridos, anestesiados, ante el reguero de casos de corrupción que han salido y siguen saliendo. En todas las provincias, todas las ciudades, todas las instituciones del Estado, en todos los niveles.

Que “roben bien” les pedía en su momento una asambleísta a sus aliados. Pero es un afán imposible de cumplir. Para robar bien, al menos tendrían que ser conscientes de que están robando y taparlo bien. Tendrían que saber que han traspasado esa significativa, luminosa y gruesa línea que marca lo que está bien y lo que no. Pero no la ven. Todo es matizable. Los amigos beneficiados con contratos no son beneficiados directamente. No está mal. Los familiares que se enteran de proyectos antes que nadie y aprovechan para sus negocios tampoco. El pago de favores a quien ayudó en los inicios menos aún.

La podredumbre está tan enraizada que ya no se distingue de la costumbre. No se ve mal. Y así no se va a corregir jamás por más que haya leyes que cataloguen las conductas como delictivas.