Indolencia civil
La cobardía o la insensibilidad cívica han llevado a tal abulia ciudadana que las muertes y la destrucción provocada por la explosión de una bomba en un barrio popular no han logrado sacudir un país hasta sus cimientos’.
El conjunto de la sociedad ecuatoriana parece haber desarrollado una solapa de teflón por la que resbala cualquier hecho atroz que acontece. Nada la estremece ni la impacta al punto de generar la movilización y la expresión masiva ante una tragedia, ante un acto de extrema violencia, o frente al atraco por miles o millones de dólares al Estado o a un grupo social, o por la cada vez más frecuente malversación o el evidente despilfarro de los fondos públicos, que son de todos.
Salvo la reacción de solidaridad que generó el terremoto de 2016, la sociedad ecuatoriana luce inerte, acomodaticia y resignada. La cobardía o la insensibilidad cívica han llevado a tal abulia a la ciudadanía que ni las muertes ni la destrucción provocadas por la explosión de una bomba en un barrio popular de Guayaquil han logrado sacudir un país hasta sus cimientos, como debería ser, si no por humanidad, al menos por constituir una advertencia inocultable de la acelerada carrera que está conduciendo a la nación hacia un catástrofe que será inexorable si no reaccionamos con contundencia y decisión desterrando, incluso desde los actos cotidianos, la corrupción imperante, cada vez más generalizada y lo que es más grave, cada día más normalizada, ya casi como parte de nuestra idiosincrasia. ¡Despertemos!