Ser igual de alejados

Con lo fácil que sería acordar que quien quiere llevar las riendas del país debe estar preparado para un examen exigente.

Eran 64 preguntas para 16 candidatos. En sobre cerrado para garantizar que el azar decidiera qué debía responder cada uno. Para dar un trato ecuánime. El resultado: un montón de cuestiones planteadas sin una verdadera intención de revelar la capacidad del aspirante a Carondelet para estar a la altura del cargo. No es lo mismo lo que se le preguntaría a Guillermo Lasso que a Andrés Arauz, porque sus propuestas no son equiparables. A no ser que se lancen interrogantes en genérico. Que fue lo que pasó con el previsible resultado de tener una mayoría de votantes indecisos tan indecisos como antes del debate presidencial.

Esa convención oficial de dar el mismo trato a todos, con el ánimo de despejar dudas sobre intereses, favoritismos o perjuicios individuales, resulta en una masa gris de candidatos que se mantienen, por su propia falta de voluntad en tomar riesgos y exponerse para distinguirse, en una propuesta electoral alejada. Al ciudadano le da igual 8 que 80 porque, tal y como se promocionan, todos comparten la estrategia de protegerse ante las críticas aun a riesgo de no convencer a nadie. Después vendrán los lamentos por la indiferencia con que el ecuatoriano ve la política. Con lo fácil que sería acordar que quien quiere llevar las riendas del país debe estar preparado para un examen exigente.