Discurso de excusas

Lo importante ahora no es quién ha generado o cómo los problemas de seguridad o corrupción, sino quién los resolverá y qué hará. Si la respuesta a las tribulaciones nacionales no es la solución, nadie quiere escuchar más excusas

El estado de descomposición del Estado ecuatoriano se ve por donde uno mire. Hay síntomas en el sistema de salud, en la lucha anticorrupción, en la política educativa y, especialmente, en la inseguridad. No solo los delincuentes y las bandas irrespetan los límites democráticos del país; ya ni los ciudadanos creen en las instituciones. La sensación de indefensión los ha encerrado en sus casas y forzado a tomar unas precauciones en su rutina insoportables a largo plazo.

Lo siguiente será que se tomen la defensa física y la función de seguridad por su propia iniciativa. Si el Estado, si la Policía, si el sistema de Justicia no defienden a los ciudadanos de las amenazas, estos van a empezar a reclamar permisos para poder enfrentarse solos a las agresiones cotidianas de la delincuencia. La tenencia de armas, con permisos y controles para importar, custodiarlas en casa y usarlas, pesará sobre el debate ciudadano. Si el Estado no garantiza paz, alguien debe asumir ese rol. Las consecuencias de dejar a la deriva las tribulaciones nacionales y achacar todos los problemas a otros responsables, cuando lo importante ahora no es quién lo generó sino quién lo resolverá, es que llega un momento en que nadie quiere escuchar más excusas.