Editoriales

Cargos, no haciendas

No por impulsos y mucho menos con la visión de que se note que hay un nuevo dueño en la hacienda.

Ni es lo mismo llevar una casa que un gobierno, ni gestionar una empresa que una cartera de Estado. Pero hay tal confusión en la clase política, que raro es el personaje que asume una cartera y no quiere que se sienta desde el inicio el cambio de titular a punta de modificación. Justificadas o injustificadas. Útiles o inútiles. Respaldadas con estudios o arbitrarias.

Ocurre en todos los estamentos del Estado y también en todas las áreas. Hasta en aquellas en donde las decisiones deberían -se presupone, más bien- estar sustentadas en estudios, en datos, en realidades palpables y no en pálpitos de corazón o en experiencias personales. Como el tránsito. Todo el mundo tiene una receta para ordenar la circulación y desenmarañar los nudos críticos en las horas picos. Como pasa con el fútbol, todos saben cuál es la mejor alineación. Pero esas recomendaciones personales, loables en un ciudadano crítico y con iniciativa, no deben convertirse en política o en modificaciones reales sin el debido sustento. El tránsito, como la salud, la entrega de créditos, son áreas que se manejan con criterios científicos o estadísticos. No por impulsos y mucho menos con la visión de que se note que hay un nuevo dueño en la hacienda.