Premium

2022: olvido, memoria, comprensión y sentido

Avatar del Willington Paredes

La vida del país hoy es trágica, apocalíptica, de temor y desesperanza. Estamos atrapados en tiempos de angustia, temor, terror y muerte cotidianos

El tiempo, los hechos y procesos pasan, nos quedan relatos de vida y memoria. Por eso, “el olvido está lleno de memoria” (Benedetti) y en la memoria hay relatos del pasado (Paz). Es imposible borrar lo vivido, consumado y consumido. Ahí están los signos y huellas de hechos vividos como periódicos y crónicas de ayer. La “quema de viejos” es metáfora del pasado: mito y rito. El ser mundano tiene huellas de cuerpo y piel, con registros intensos, fugaces, pasionales, de instantes eternos.

La vida del país hoy es trágica, apocalíptica, de temor y desesperanza. Estamos atrapados en tiempos de angustia, temor, terror y muerte cotidianos. Primero, la COVID-19, la reclusión obligatoria y miles de muertos que Guayaquil lloró y enterró. Después, la agresiva y terrorista acción política mesiánica del caudillo indígena que quiere revivir el dominio incásico sobre un país diverso. Quedaron dos años de paro, amenaza y pánico con 11 días (octubre/2019) y 18 días (junio/2022). La agresión, ofensa, terror, miedo flameó con la wiphala de la Conaie. Luego, lo insólito: un gobierno temeroso le dio premios por los días de terror, amenaza y muerte.

Sin recuperarnos aún, llegó la ofensiva del crimen organizado y del narcotráfico que tomó calles, ciudades, negocios, vida nocturna y lo cotidiano. No faltó una Asamblea plagada de mafiosos, ignorantes profesionales, indiferentes a lo quiere, busca y desea el país. El apocalipsis siguió con jueces, fiscales, incluso policías y militares alineados y alquilados por las mafias. Fueron años de angustia, temor y cuantiosas pérdidas.

Sin embargo, Guayaquil, como casa grande, ciudad de esperanza, no pierde su fe. Diversas tragedias no han detenido su renacer. Pero esto solo será posible si revalorizamos, recuperamos y reposicionamos los valores profundos que nos legaron los únicos y auténticos padres de la patria: Espejo, Olmedo, Rocafuerte, Aguirre Abad, Pedro Carbo, etc. Aún por este sendero obscuro, que invoca y provoca supervivencias, debemos caminar, recuperar el destino y con la ayuda de Benedetti y Octavio Paz reconocer y reconstruir la memoria y los recuerdos de la vida social positiva. Pero esto requiere que comprendamos el sentido de lo que pasó y por qué pasa lo que vivimos.