La pelota sí se mancha

A la pelota sí la manchan. Los dirigentes de la Tri lo han hecho, y si llegare a jugar Castillo, ya no nos representa...
Diego Maradona dijo al despedirse del fútbol que “la pelota no se mancha”, queriendo expresar que la parte corrupta del fútbol no le llega. Te equivocaste, amado Diego: le llega. Incluso tú, que la acariciaste como nadie, también la mancillaste. Hiciste lo que hiciste.
Otros la violentan. Solo que, a diferencia de ti, nunca dieron en el césped recitales de belleza. Lo hacen quienes se enriquecen con traspasos inflados, recaudaciones amañadas y derechos de TV negociados entre corsarios. O quienes venden sus votos, como Joseph Blatter y sus secuaces, para que un Mundial se juegue en un sitio que conjuga todo el dinero y las asquerosidades del mundo.
Lo hacen los futbolistas que mienten sobre su procedencia o edad. Son niños de barba y de bigote.
Lo hacen los periodistas, o quienes creen serlo porque tienen un micrófono que amplía sus chismes de cocina y sus mediocridades de leyenda. Allí siguen inventándose titulares, hurgando privacidades, promoviendo fanatismos... O, como en mi país, arrodillándose ante el mandamás de turno, tal como lo hicieron tantos durante los 17 años en que bailaron al ritmo del reguetón, los viajes y las entradas gratis que les ¿regalaba? un tal Luchito. De periodismo, cero. De genuflexiones y tarrinas, una enciclopedia…
O lo hacen todos quienes silenciaron el caso de Byron Castillo, quien ha logrado que Ecuador sea visto como un país tramposo, que irá al Mundial porque no hay tiempo de excluirlo, pero sobre el que el Tribunal de Arbitraje del Deporte aplica una sanción que es un mazazo: se ha falsificado información y documentos. Oficiales.
A la pelota sí la manchan. Los dirigentes de la Tri lo han hecho, y si llegare a jugar Castillo, ya no nos representa. Y antes de que me salten a la yugular quienes en verdad deberían hacerse un harakiri por cómplices, les recuerdo que esto no es cuestión de fútbol: es un asunto de moral pública. Quienes pretenden representar a un pueblo, deberían saber que hay valores sobre los que no se escupe. Esa camiseta que se van a enfundar no es tela: es piel de un pueblo. Decidan si a ella, como a la pelota, también quieren mancharla.