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María Belén es un pretexto

Avatar del Rubén Montoya

No se cambia la historia derribando un edificio. No se construye prestigio si damos mal ejemplo, ni se resuelve una lacra social con un tuit beato...’.

En el colegio, cuando queríamos aparentar que éramos machitos y nos trenzaríamos a golpes con cualquiera para zanjar disputas tontas, lanzábamos el “agárrame que le pego”. Pura lámpara.

Eso es Ecuador cuando lucha contra sus monstruos y, como no parece querer vencerlos, termina pareciéndose a ellos. El espeluznante crimen a María Belén Bernal es un buen ejemplo. Ese femicidio, uno más, desgrana lo farsantes que somos. Lo indolentes.

A los hechos: ni bien se denunció la desaparición, los medios sociales (que por algo se llaman “redes”, y no por nada bueno) decretaron qué había pasado y tendieron la mesa en que los jueces deberán sentarse. Poco importarán las evidencias, la sentencia está dictada. Lo que buscan es cumplir con su mensaje de “bendiciones”, zanjar pronto el tema y seguir con sus vidas de apariencia.

En el medio, alentadas por un perverso “espíritu de cuerpo”, las autoridades no hicieron lo debido: investigar a fondo y transparentar su responsabilidad institucional en el suceso. Que la tienen. Y para curarse en sano, el presidente Guillermo Lasso ordenó demoler un edificio. Como si la historia, buena o mala, se acabara con gestos fatuos o dramáticos.

No se cambia así la historia. No se sentencia antes de investigar, no se construye prestigio si damos mal ejemplo, ni se resuelve una lacra social con un tuit beato. En un país donde las cifras de la violencia contra la mujer son estables desde hace una década, los crímenes horrendos solo son la tapadera con que nos exculpamos, tan hipócritas. Usamos a María Belén como pretexto. En 15 días seguiremos siendo la misma... Eso.

A ver si les daño su desayuno con ‘croissant’: 4 de cada 5 embarazos adolescentes son fruto de la violencia sexual. Casi 2.000 niñas siguen siendo violadas cada año. Más de la mitad de las mujeres son maltratadas física, psicológica o sexualmente al menos una vez en su vida. ¿Cómo resolvemos eso que es el verdadero problema? “Solidarizándonos” con María Belén (que ya no puede recibir nada, les aviso). Tapando culpas. O mandando derribar un edificio.

Así enfrentamos al monstruo. Somos igual que en el colegio: pura lámpara.