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Roberto Aguilar: Últimos días de Guillermo

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Si de alguna imprevisión se le puede responsabilizar a su gobierno no es la de haber omitido las medidas necesarias para evitar la crisis eléctrica

Parece haber llegado el punto a partir del cual todo lo que diga Guillermo Lasso sobre el país que deja será pura paja. ¿Qué más se puede esperar de una persona que no se entera de lo que ocurre a su alrededor? Días atrás hablaba de una “economía en crecimiento”, afirmación que contradice todos los indicadores del Banco Central: al fin y al cabo, él es la primera víctima de los esfuerzos de su ministro de Economía, Pablo Arosemena, por maquillar las cifras. Pero la solemne tontería que despachó con toda seriedad esta semana constituye una declaración de guerra abierta contra todo principio de realidad, un aterrizaje pazguato pero consistente en el terreno del ridículo, donde el presidente ha decidido habitar indefinidamente.

Dijo Guillermo Lasso: “El fantasma de los apagones aparece por dos motivos: la reducción del nivel de agua en las centrales hidroeléctricas y el incremento de la demanda de energía eléctrica de un 17 por ciento, producto de una reactivación económica y de un bienestar de los hogares ecuatorianos”. A su lado, tratando de componer la más inexpresiva de las caras de peje que encontraron en sus repertorios, un puñado de funcionarios: el ministro de Energía Santos, el canciller Manrique, el secretario de la Administración Corral… ¿Le hicieron caer en cuenta, después, de lo que había dicho, o son de aquel tipo de colaboradores que cualquiera con dos dedos de frente preferiría mantener a distancia, de los que aplauden todo lo que uno hace y dicen sí a todo lo que uno dice? Cómo no, Guillermo; estupendo, Guillermo; te luciste, Guillermo. De ser así, quizá lo primero que debió hacer Guillermo (ahora es tarde para todo) era despedir con una patada en el trasero a semejante cuerda de chupamedias.

Porque vamos a ver: lo que está diciendo el presidente aquí es no solo que la economía nacional ha crecido (lo cual es mentira) sino que, de hecho, ha crecido tanto que resulta efectivamente imposible crecer más. Lo que está diciendo Guillermo Lasso es que la reactivación económica ha sido tan exitosa, el “bienestar de los hogares ecuatorianos” ha alcanzado niveles tan altos, que el país cruzó el límite de sus posibilidades de crecimiento sustentable, punto a partir del cual nuestras propias capacidades productivas no dan abasto para administrar tanto éxito. Y empiezan los apagones. Si de alguna imprevisión se le puede responsabilizar a su gobierno no es la de haber omitido las medidas necesarias para evitar la crisis del sector eléctrico, esa simpleza, sino la de no haber anticipado los efectos negativos de su propia genialidad.

Dicho lo cual ya puede el presidente viajar a Washington, a participar en la “Cumbre de líderes para la prosperidad económica de las Américas”, donde se encuentra ahora mismo enseñándole al mundo cómo han de hacerse las cosas. Es, sin duda, lo que le corresponde: la membresía perpetua en el exclusivo club de la élite del jet, que resultó ser su verdadera ambición y su vocación más profunda. Viajar por el mundo en misiones importantes, entrevistarse con presidentes y embajadores, ser recibido en palacios y foros internacionales, merecer condecoraciones en congresos, envanecerse hasta el hartazgo de su misérrimo prestigio... A eso está dedicando Guillermo Lasso sus últimas semanas de gobierno, rápida e ininterrumpidamente, sin detenerse ni para respirar, que se le acaba la teta. Así de frívola nos resultó la criatura.