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Nadie sabe que eres un perro

En otras palabras, tus amigos saben que no tienes esos labios y esa nariz, pero ¡vamos!, estamos en redes sociales, los amigos no importan tanto, la validación que se busca viene por otro lado

Toda virtud es un punto medio entre dos extremos: cada uno de ellos, un vicio. El valor, si se exagera, puede convertirse en imprudencia, mientras que si se la elimina, puede volverse cobardía. La conquista del ‘dorado término medio’ -equilibrio basado en no dejarse llevar por emociones desmedidas- era para los griegos también un atributo de la belleza, creyendo que la componían tres cosas: la simetría, la proporción y la armonía.

Y desde aquel tiempo, la belleza, concretamente física, dependía fundamentalmente de la genética. Igual que hoy; solo que hoy existen filtros para fotos, y aplicaciones para editar imágenes, que se han convertido en el cirujano plástico virtual más importante de nuestros tiempos.

La mayoría de fotos que se suben a redes sociales están editadas para que se vean mejor y muestren una vida más interesante. La participación en plataformas sociales nos obliga a contribuir a un ciclo de comparación permanente: conseguir, editar y compartir “la foto perfecta” y luego analizar las de los demás, esperando la validación que los ‘likes’ le den a la nuestra. Las redes han dejado de ser un lugar en el cual “estar”, volviéndose un lugar para “ser”, donde la representación del cuerpo reemplaza al propio cuerpo. Lo que permite a quien no le gusta la forma en la que el mundo lo ve fuera de pantalla, controlar su forma de ser representado en otro foro. La distinción entre lo real y lo falso se ha desvanecido. Y las posibilidades que brindan los filtros son tan extremas que el argumento aquel de que el maquillaje usual es lo mismo, queda trunco.

Los filtros antiguos tenían un carácter cómico y casi infantil; sobreponían a la cara en la foto diseños animados divertidos, como orejas y nariz de perro, pero hoy se han popularizado filtros que cambian radicalmente la fisonomía para conseguir la perfección y la belleza instantánea. Más allá de la competencia virtual por la cara o el cuerpo perfecto, el fenómeno se ha filtrado (‘pun intended’) a lo real y cotidiano. En el 2018, investigadores descubrieron un incremento de casi 10 % de cirujanos que recibían pacientes que buscaban mejorar su apariencia para ‘selfies’.

Tan importante se considera el engaño (y tan significativas las posibles consecuencias) que el Ministerio Noruego de Infancia e Igualdad aprobó una ley que prohibirá a los influencers y a las marcas, publicar imágenes retocadas en redes sociales sin avisar expresamente al público. Para promover cánones de belleza apegados a la realidad, ese país exigirá que imágenes con fines publicitarios que hayan sido retocadas incluyan un aviso que lo aclare. Y en defensa de lo real, nacen etiquetas como ‘#Filterdrop’ o ‘#NoDigitalDistortion’ para combatir lo que se conoce como el “rostro de Instagram”.

La fotografía, en buena parte, ha dejado hoy en día de ser un medio para capturar el momento y (con la tecnología en la yema de los dedos) se ha convertido en la representación de lo ideal; y, casi por definición, de lo inalcanzable.

En 1993 ‘The New Yorker’ publicó una caricatura de un perro frente a una computadora, diciéndole a otro “en internet nadie sabe que eres un perro”. En otras palabras, tus amigos saben que no tienes esos labios y esa nariz, pero ¡vamos!, estamos en redes sociales, los amigos no importan tanto, la validación que se busca viene por otro lado.