Columnas

El centralismo debe morir

"Desde el 9 de Octubre de 1820 retumba en la mente y corazón de los guayaquileños el grito de Guayaquil por Guayaquil y Guayaquil por la Patria"

El exalcalde, Ab. Jaime Nebot Saadi, en su alocución del 9 de Octubre del presente año, manifestaba: “…el centralismo debe morir para que los pobres de este país puedan vivir…”.

Desde el 9 de Octubre de 1820 retumba en la mente y corazón de los guayaquileños el grito de Guayaquil por Guayaquil y Guayaquil por la Patria. Grito hecho carne a lo largo de la historia, cuando los guayaquileños con dinero, armas y hombres inician el periplo por la libertad, hasta llegar a las faldas del Pichincha. Hecho carne cuando ante la voracidad del flagelo que consumía el edificio del Legislativo en la capital, un piquete de voluntarios del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil se trasladó vía aérea a prestar su contingente para combatir el flagelo. Grito viviente cuando ante el terremoto de Pedernales una joven guayaquileña (Karla Morales) organizó por redes sociales, de manera particular, la ayuda ciudadana, permitiendo a las 4 horas del sismo enviar la primera caravana de ayuda a los damnificados, gracias a que Guayaquil solidaria compró víveres, agua, implementos de limpieza, pañales etc., al punto de haber quedado desabastecidos los mercados y supermercados, porque la angustia y necesidades de los hermanos damnificados no admitía espera. Entre tanto el gobierno central no atinaba qué hacer, porque la reacción de este fue nula durante las primeras 48 horas.

Guayaquil por Guayaquil y Guayaquil por la Patria se hizo carne cuando el Cabildo porteño envió a la capital equipos y medicina con el contingente de médicos emergenciólogos, dejando de lado la pobreza de espíritu de quienes por envidia o ignorancia desconocen la personalidad aguerrida y solidaria del guayaquileño madera de guerrero.

Guayaquil, al igual que en 1820 enarboló el estandarte de la libertad, hoy enarbola el estandarte federalista como el modelo de gestión de prosperidad, equidad y solidaridad que nace del pueblo, como fundamento de la soberanía del Estado, para que aquello de que la soberanía radica en el pueblo sea una realidad y no un mero enunciado;  para que esto sea realidad, el centralismo debe morir.