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El enigma de la alianza CREO-PSC

"Algunos dirán que lo hizo forzado por las circunstancias, ya que Lasso fue la tercera opción después de ensayar con Otto Sonnenholzner y Álvaro Noboa. No importa: Nebot autorizó una alianza"

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"No se sabe si, de ganar Lasso, la gravedad de los problemas que tiene el país impondrán una mutación en el PSC. Al fin y al cabo, Nebot acaba de hacer una alianza que no estaba en su agenda".expreso

CREO y el PSC concluyeron este fin de semana una alianza para ir juntos en la próxima elección. La política vuelve a unir a viejos amigos, porque eso fueron Guillermo Lasso y Jaime Nebot. Los dos son de Guayaquil, los dos hacen parte del centro derecha y los dos fueron decisivos, cada uno en su terreno, para que los dos partidos vayan juntos -lista 21-6- en la papeleta presidencial.

Y, claro, eso restituye un arsenal de preguntas que Jaime Nebot no ha respondido. No solo por qué (y en serio) se enemistó con Lasso. También por qué acaba de dar un paso político de vital importancia en la coyuntura política del país. Algunos dirán que lo hizo forzado por las circunstancias, ya que Lasso fue la tercera opción después de ensayar con Otto Sonnenholzner y Álvaro Noboa. No importa: Nebot autorizó una alianza, a pesar de que Lasso no aceptó abrir las listas de su partido para constituir listas conjuntas de asambleístas.

En ese contexto hay una pregunta que sigue viva desde aquel 7 de julio de 1996, cuando el líder socialcristiano perdió la elección presidencial contra Abdalá Bucaram: ¿por qué nunca volvió a intentar ser presidente? Nebot sí quería serlo. Siempre quiso. Siempre midió su popularidad y su aceptación. Pero, paradójicamente, hizo todo lo que estuvo a su alcance para que ni él ni su partido ganaran una elección presidencial. Esa conclusión se deriva no solo del estilo socialcristiano de hacer política sino del perfil político que él asumió como su líder.

Refugiarse en Guayaquil, construir un polo regional de poder, desplazar el centro de interés partidista de Carondelet a la Asamblea, pensar más en los gobiernos seccionales que en el Estado; todo ello forjó el resultado que se conoce: el PSC no ha vuelto a Carondelet desde el fin de la Presidencia de León Febres-Cordero en 1988. No obstante, pocas cosas han sucedido en el país sin el aval del socialcristianismo. Nebot y su partido han sido el poder real tras el poder. Y ese poder lo han ejercido como polo regional o desde la Asamblea y el control -compartido con otros partidos- de la Justicia.

Jaime Nebot terminó siendo el símbolo de esas percepciones y también, aunque esto se diga menos, su víctima. Su sistema (o el sistema socialcristiano que se impuso desde el fin de la presidencia de Febres-Cordero), produjo un líder de una fuerza política que ningún gobierno ha podido ignorar. Tampoco el correísmo. Y ese sistema, su filosofía de poder y su estilo de liderazgo provocaron, a su vez, el desierto presidencial que Nebot selló, en su caso, en junio pasado, al renunciar a ser candidato a la Presidencia.

Renunció él, pero el sistema es imperturbable. Y ese sistema produce la percepción de que ese partido no solo se vetó la posibilidad de tener un candidato presidencial ganador: también la de querer ser únicamente el poder tras el poder desde la Asamblea Nacional o desde los gobiernos seccionales. Y esto, al parecer, se mantiene en este acuerdo con Guillermo Lasso, en el cual no existe pretensión alguna de acompañarlo y apoyarlo si logra obtener el favor mayoritario de los electores en este tercer intento.

Ese hecho quizá convenga a CREO y al PSC. Pero muestra que la unidad del centro derecha es solo táctica. No altera la forma en que partidos, como el PSC, han fraccionado el poder y lo ejercen sin querer encargarse del destino nacional en su conjunto. No se sabe si, de ganar Lasso, la gravedad de los problemas que tiene el país impondrán una mutación en el PSC. Al fin y al cabo, Nebot acaba de hacer una alianza que no estaba en su agenda.