Esas élites sin sentido estratégico

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Y el motivo es la total carencia de sentido estratégico en las llamadas élites.

No hay cómo dudarlo: si la política tiene alguna lógica, de Guayaquil saldrá el próximo presidente del Ecuador. Hay por lo menos cuatro candidatos que, según los escenarios, reales o no que crean los sondeos, gozan hasta el momento de posibilidades para estar en la final: Otto Sonnenholzner, Guillermo Lasso, Álvaro Noboa y Marcela Aguiñaga, o el candidato que represente al correísmo. Todo el juego de poder está, entonces, en esta elección y si nada cambia, en esta ciudad. Eso incluye las certezas y las preguntas que surgen sobre la capacidad que tiene Guayaquil para producir opciones nacionales de poder tan radicalmente diferentes. Porque si se habla de segmentación del voto y de ausencia de sentido estratégico por parte de las llamadas élites, esas inquietudes se vuelcan, otra vez y no en forma exclusiva pero sí en primer lugar, al Puerto Principal.

El correísmo, en este punto, suministra mayores evidencias, empezando por su líder que es guayaquileño. Sin embargo, diez años en el poder le sirvieron para crear bases políticas y generar grupos de apoyo y de poder en el país. Rafael Correa tiene muchos motivos para querer volver al poder y diez años de exabruptos y corrupción crean nexos y secretos suficientes para granjearle lealtades y patrocinios que involucran al país en general, no solo a Guayaquil.

No ocurre lo mismo, o no del todo, en los casos de Guillermo Lasso, Otto Sonnenholzner y Álvaro Noboa. Los tres son guayaquileños y, aunque Lasso y Noboa hayan sido candidatos y tengan estructuras partidistas -con diferencias por supuesto-, siguen dependiendo de sus equipos porteños. Los tres son representantes, al menos así aparece, de la misma tendencia. En cuyo caso, cabe la pregunta: ¿hay diferencias tan marcadas entre los tres para encarnar tres opciones de poder?

La pregunta se complica cuando se sabe que el Partido Social Cristiano no veía ningún inconveniente en ir a las elecciones con Otto Sonnenholzner. De hecho hubo gestiones en ese sentido que fracasaron por la negativa del exvicepresidente. El partido de Jaime Nebot tampoco ve inconveniente en ir a las elecciones con Álvaro Noboa. Y hay intentos en ese sentido que han puesto a algunos de sus militantes y asambleístas al borde de rupturas que no habían imaginado.

Ir con Sonnenholzner o con Noboa pero no apoyar a Lasso: el problema no es entonces para el PSC, el programa político. Si puede ir con Sonnenholzner o con Noboa, es dable colegir que entre ellos no hay diferencia. ¿Qué explica, entonces, la fragmentación? Más curioso aún: el PSC está queriendo establecer alianzas sin ni siquiera conocer el programa político de Sonnenholzner. ¿Con base en qué toma decisiones políticas tan trascendentales? ¿En función de la mera afinidad o el distanciamiento entre los líderes políticos? ¿O por los cálculos sobre la capacidad de tutelaje que puede alcanzar?

El juego político que hay en este momento en Guayaquil prueba el talento que tienen las llamadas élites (y este rasgo sí es nacional) para atentar contra el sentido estratégico que debe ser uno de sus atributos primordiales. ¿Algún proyecto las junta? ¿Tienen valores y principios que defender? ¿O su visión es tan chata que pueden asistir como estatuas de cera a esos juegos suicidas generados, a veces, por la pasión y el capricho de algunos líderes políticos? ¿Alguien se inquieta por las consecuencias que puede acarrear esta movida de fichas en las cuales nada gana el país?

Guayaquil es el teatro en este momento del drama político que vive el Ecuador en su conjunto. Y el motivo es la total carencia de sentido estratégico en las llamadas élites.