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La sexta extinción

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"Estadísticas verdaderamente aterradoras demuestran que en EE. UU. más de la mitad de las personas optará por no vacunarse; no por nociones de principios, sino porque no confían en que un proceso -que por sensatez debe llevar años- sea manejado con tanta celeridad"

Existen amenazas capaces de destruir de un zarpazo la vida en la tierra (toda o gran parte). Esos eventos están catalogados como “de gran impacto pero baja probabilidad”. Una guerra nuclear, por ejemplo, o el impacto de un asteroide, una gran erupción de un volcán o una masiva eyección de masa coronal del sol... Y hay quienes dicen que -hoy en día- deben sumarse a esa lista, catástrofes producidas por inteligencia artificial (por accidente o a propósito) y el desarrollo de armas biológicas muy avanzadas... En ese catálogo han estado las pandemias también.

Pero como no ha habido una guerra nuclear a gran escala, y como la última gran erupción volcánica de tales proporciones fue la de Tambora (1815), y la más reciente tormenta geomagnética (el evento Carrignton) fue un par de décadas antes de que se inventara el foco, no tenemos memoria suficiente como para que la amenaza nos quite mucho el sueño.

(SARS-CoV2: –“Hold my Beer”)

Virólogos y epidemiólogos nos han tenido al tanto, durante años, del peligro de una enfermedad viral que pueda tener efectos globales, como la que estamos viviendo; pero parece que (salvo quizá Taiwán) nadie hizo mucho caso.

Los estragos que está causando la pandemia se ven reflejados en muchos frentes. Y como no hemos estado preparados para prevenirlo -en la media de lo que hubiese sido razonablemente posible-, estamos ahora apurados en tratar de remediarlo. Y ponemos las esperanzas en la vacuna. Pero no es tan sencillo el tema. La velocidad con la que está tratando de producirse esa vacuna es vertiginosa; y, algunos sostienen, peligrosa. Pero, ¿tenemos alternativa (más allá de la inmunidad de rebaño)?

Inocular con una vacuna lanzada prematuramente puede hacer más daño que bien (en 1955 la vacuna contra la polio causó polio en 70.000 niños). Hasta que una vacuna no se pruebe en docenas de millones de personas no puede considerársela confiable. Por regla general, luego de los ensayos controlados-aleatorizados, deberían pasar meses o años para tan solo saber si funciona. Y este proceso, que ordinariamente tarda mucho, está comprimido en meses. Lo cual eleva las posibilidades de error. Y tan solo se sabrá si la vacuna es segura y cuánto duran sus efectos, cuando se hayan vacunado millones de personas.

Los ‘anti-vaxxers’ (que consideran las vacunas como peligrosas, como un engaño o simplemente una conspiración) no son hoy en día los únicos que no quieren inocularse. Estadísticas verdaderamente aterradoras demuestran que en EE. UU. más de la mitad de las personas optará por no vacunarse; no por nociones de principios, sino porque no confían en que un proceso -que por sensatez debe llevar años- sea manejado con tanta celeridad. El simple nombre de la Operación en EE. UU. para conseguir la vacuna rápidamente (Warp Speed) es de lo menos feliz... Bautizar así un proceso que debe tomar años y lograr la confianza de la gente, es, por decir lo menos, contraintuitivo.

Al menos hemos tenido algo de suerte con que el índice de mortalidad no sea tan alto como en otros casos de pandemias en el pasado, porque, incluso en pleno siglo XXI, no hemos estado preparados.

Dicen que la historia casi nunca se repite... Puede ser, puede ser que no se repita... Pero siempre rima.