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El proyecto de guerra europeo

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La integración europea se basará más en la necesidad de ganar en un mundo peligroso que en el deseo de evitar el conflicto

Durante siete décadas la paz fue el objetivo que impulsó a la integración europea, pero desde la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero, Europa comenzó a unificarse en respuesta a la guerra. El proyecto de paz dio lugar al de guerra, y este cambio fundamental obliga a los gobiernos europeos a reconsiderar algunos de sus principios más antiguos. Ahora deben tener en cuenta al poder duro. El segundo gran cambio es que los europeos deben replantearse su interdependencia. La integración europea antes reflejaba la idea de que los vínculos económicos entre países formarían la base para la reconciliación política, convirtiendo a antiguos enemigos en amigos con la fusión de industrias nacionales que habían producido municiones para la II Guerra Mundial. Se esperaba que si los vínculos económicos no lograban que la guerra fuera imposible, al menos evitarían una peligrosa escalada de tensiones. Pero la invasión rusa dejó esa idea en ridículo y demostró que la interdependencia también puede crear condiciones para que una de las partes chantajee a la otra. La desvinculación europea de la energía rusa vendrá acompañada de acciones para reducir su dependencia de China. Una tercera cuestión se relaciona con la soberanía. En las últimas décadas se centraron en aplacar ese impulso en nombre de la cooperación supranacional, pero frente a una potencia agresiva revisionista, hoy reconocen que deben protegerla antes de agruparla. Una cuarta cuestión es la supuesta universalidad del proyecto europeo. Creían que el modelo de cooperación internacional de la UE se difundiría por ósmosis a todos los rincones del mundo, pero su incapacidad para extenderse a Turquía y el surgimiento de una Rusia revanchista demostraron que es improbable. Líderes de Asia, África y Medio Oriente perciben al conflicto como una cuestión regional europea más que como una guerra mundial que debiera preocuparlos. El eurocentrismo llevó a los europeos a malinterpretar a líderes como el presidente ruso y el presidente turco, y dificulta los llamados de Europa al resto del mundo. Para corregir el rumbo descentrar a Europa podría ser el primero de los pasos para ejercer el poder europeo en un mundo multipolar. Un quinto principio a repensar es la idea del orden político: en el futuro, la seguridad europea se asemejará mucho más a la de otras regiones, como Asia. El equilibrio de poder y el poderío militar tendrán la misma importancia que los tratados entre europeos y rusos. EE. UU. seguirá involucrado en la región, pero gran parte de la acción provendrá de un entramado de acuerdos de seguridad bilaterales y limitados. Incluso si cesan las hostilidades en Ucrania, eso no traerá la paz. El peligro de ciberataques, cortes de energía, interferencia electoral y los “hombrecitos verdes” rusos serán características permanentes de la nueva edad sin paz europea. La guerra en Ucrania cambiará a Europa. Esto no significa que tengan que abandonar el idealismo y la creatividad que impulsaron al proyecto de paz más exitoso de la historia, pero deben aceptar que este nunca será universal, que tendrán que responder cada vez más a decisiones de otros y que la paz en su territorio tal vez dependa de su voluntad para tolerar la guerra en otros sitios. La integración europea se basará más en la necesidad de ganar en un mundo peligroso que en el deseo de evitar el conflicto.