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El cruel verano de Biden

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El exsecretario de Defensa y director de la CIA Leon Panetta comparó la reconquista de Afganistán por los talibanes con el fiasco de Bahía de Cochinos para John F. Kennedy’.

El desempeño y el legado de un líder político suelen definirse más por el manejo de los temas que surgen durante su mandato que porque cumpla o no las hiperbólicas promesas y visiones de tierras prometidas de la campaña. Es una lección que el presidente estadounidense Joe Biden está aprendiendo en su primer verano en el cargo. La realidad se está metiendo en sus planes sin pedir permiso. Muchos de esos temas llegan sin anunciarse, otros son más fáciles de prever. Los problemas que Biden tiene en este verano pertenecen a la segunda categoría. Su agenda económica radical sacó a la superficie fracturas predecibles entre los congresistas demócratas, y aumenta el riesgo de que votantes centristas e independientes lamenten la decisión que tomaron en la elección. Los demócratas temen ahora con razón que los republicanos recuperen la Cámara de Representantes en la elección intermedia de 2022. Todavía tiene tiempo para recuperarse. Pero es evidente que su luna de miel se terminó con la desastrosa decisión de retirar las últimas fuerzas estadounidenses de Afganistán sin un plan para la evacuación segura de conciudadanos, aliados y los miles de afganos que arriesgaron sus vidas dando apoyo a las operaciones dirigidas por Estados Unidos en el país. Ignoró el consejo de diplomáticos y jefes militares que sostuvieron la necesidad de mantener una pequeña fuerza residual para dar inteligencia y apoyo aéreo al ejército afgano, que ha provisto estabilidad durante un año y medio sin una sola muerte estadounidense en combate. Y ni se molestó en consultar a los aliados en la OTAN cuyas fuerzas en el terreno superaban con creces el pequeño contingente remanente de EE. UU. La caída de Kabul puede tener un efecto duradero al reforzar la idea de que Biden y sus asesores son débiles y están mal preparados para lidiar con un mundo peligroso. También puede poner en riesgo la agenda de política económica del gobierno. Pero las disputas en el Congreso no son los únicos motivos de preocupación económica de Biden. Ha habido un marcado aumento de inflación. Para colmo, la variante delta del coronavirus está descontrolada, y la campaña de vacunación va con retraso respecto de las predicciones del gobierno. En conjunto, estos factores amenazan con frenar la firme recuperación económica heredada por Biden. El desempeño del gobierno en otras cuestiones también ha sido torpe. Su decisión de flexibilizar algunas políticas migratorias y de control fronterizo de la era Trump alentó un flujo récord de migrantes desde numerosos países hasta la frontera sur, donde organismos de beneficencia, hospitales y comunidades están sobrepasados, y se ha informado que a muchos inmigrantes ilegales con diagnóstico positivo de COVID-19 se les permitió la entrada a EE. UU. Gobernar sociedades grandes, diversas y complejas no es fácil. Implica opciones y concesiones que no son del agrado de todos. Pero tras una campaña en la que hizo la promesa explícita de restaurar la normalidad y la moderación, el gobierno de Biden se ha mostrado hasta ahora incompetente e inepto. ¿Podrá Biden recuperarse de los fiascos de este verano y salvar su agenda económica? ¿Producirá su imagen de debilidad otras crisis de política exterior a las que haya que destinar recursos y atención? La historia ofrece enseñanzas contradictorias al respecto. Al ritmo al que está yendo, es posible que a Biden le vaya todavía peor.