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No es un irracional

Avatar del Catrina Tala

Ninguna se siente segura ni protegida. Pocas queremos aún quedarnos en este país. Pero esta es la tierra de mis hijos y por ellos no puedo callar. Se lo debemos a María Belén, una de nosotras.

Estamos rotas y solas. No existe una mujer en el país que no haya sentido este nudo de rabia en la garganta, este miedo en el estómago, después de saber que -como lo sospechábamos- María Belén Bernal fue asesinada.

Un Estado machista prefiere insistir en que este es un crimen cometido por una persona, un “mal elemento”, como el abusador que dice “solo fue una vez”. Pero en Ecuador matan a una mujer cada 28 horas y todos los días nos acosan, nos agreden. Y es trágico que María Belén sea un nombre más, que debamos sobrevivir cuidándonos entre nosotras, mandando ubicación, esperando que cada vez que nos despedimos de nuestras hijas, hermanas, amigas, no sea la última vez que las veamos.

Es más grave que el Estado sea incapaz de garantizarnos una vida libre de violencia porque las instituciones están podridas. Esta vez es la Policía, pero también hay fiscales golpeadores, profesores de escuela que violan, directoras de colegio que encubren, jueces que acosan. Todos impunes. Porque acá, en Ecuador, somos campeones para buscar chivos expiatorios. Para presentar un culpable sin hacerse verdaderamente responsable. Para lavarse las manos y ponerle un parche al lío mediático.

¿Dónde está la Secretaría de Derechos Humanos y qué está haciendo con el dinero público? Su titular es una voz que rara vez aparece y, cuando lo hace, es tan tibia y débil que solo consigue repudio. Mucho cinismo no dar la cara en este momento, o decir que se trabaja cuando es demasiado tarde y cuando no se ha ejecutado ni el 5 % del presupuesto destinado a la erradicación de la violencia de género. ¿Dónde está la depuración de las instituciones para evitar las muertes de niñas y mujeres? ¿Dónde están las garantías para que no haya impunidad?

Solo hay indignación, frustración, tristeza y dolor. Las luchas de las mujeres por derechos humanos fueron y siguen siendo utilizadas por intereses políticos.

Ninguna se siente segura ni protegida. Pocas queremos aún quedarnos en este país. Pero esta es la tierra de mis hijos y por ellos no puedo callar. Se lo debemos a María Belén, una de nosotras.