Un espectáculo privado

Cuando ya no solo se trata de ti, sino que además se está poniendo la vida de los que más amas en una vitrina, me cuestiono si tenemos el derecho de transgredir esos espacios
No soy mojigata. Nunca he dado lecciones de moral desde una postura de superioridad. Sin embargo, esta semana me he cuestionado seriamente si deberíamos poner nuestra vida privada en una vitrina.
Siempre he creído y defendido que cada uno puede hacer con su vida y con su cuerpo lo que quiera. Para mí, cada ser humano es libre de decidir hasta qué punto exhibe su intimidad. Pero reconozco que existe también una línea delgada entre eso y perder el sentido de las consecuencias. Cuando ya no solo se trata de ti, sino que además se está poniendo la vida de los que más amas en una vitrina, me cuestiono si tenemos el derecho de transgredir esos espacios. Y, más que eso, para qué lo hacemos. ¿Para victimizarnos? ¿Para causar lástima? ¿Para buscar validación?
Y no creo estar atravesando una fase de mojigatería. Es simplemente que así como creo en la libertad, creo en la autorregulación. En los límites que solo nosotros debemos fijarnos en diferentes momentos de nuestra vida.
La semana pasada, Instagram se convirtió en el escenario de un espectáculo sobre la vida privada de dos personas. No sé quién ganó, pero cuando vi cómo tantas mujeres despellejan a otras mujeres porque toman decisiones que "ellas no tomarían", supe que perdimos todas. Y todo por un "like". No hemos aprendido nada...
Es más penoso que luego de mostrar todo lo que pasa en su vida privada haya quienes piden que no se hable de ellos. Es una incoherencia brutal que nos lleva a otra pregunta: ¿podemos pedir privacidad si somos los responsables de publicar nuestras intimidades? Algunos dirán que sí, porque tenemos el derecho y los recursos para mostrar cuanto queramos. Otros dirán que aquello debe venir con la conciencia de que sabemos a qué nos exponemos.
De lo que estoy segura es que todo está relacionado con nuestra autoestima, cómo nos vemos, cómo pensamos que los demás nos ven, o simplemente qué queremos que vean de nosotros. A partir de ese viaje de autoconocimiento, gestamos un personaje, modelamos una historia y podemos decidir quiénes la protagonizan