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Despedidas amargas

Avatar del Catrina Tala

Es cierto que esta puede ser la peor Asamblea de la historia. Se han enredado en pugnas absurdas y han dejado de lado su trabajo: fiscalizar y legislar.

La salida de la ministra Vela fue todo menos cordial ni mesurada.

Proponer como una opción la muerte cruzada es enterrar un gobierno que aún no cumple un año. Es asumirlo incapaz de gestionar encuentros. Es dejar de creer en consensos y democracia.

Es cierto que esta puede ser la peor Asamblea de la historia. Se han enredado en pugnas absurdas y han dejado de lado su trabajo: fiscalizar y legislar. Algunos están siendo investigados por el Servicio de Rentas Internas y la Fiscalía por negociar sus votos a cambio de beneficios personales.

Pero también es cierto que se deben agotar todos los mecanismos para mantener el equilibrio en un durísimo momento para el país.

No le conviene a nadie que las decisiones sobre la economía, la salud, la vida de las mujeres y las niñas, provengan de una sola cabeza sin mayor contrapeso: ya sabemos cómo puede terminar aquello después de saborear la reforma tributaria y el veto a la ley que garantiza el acceso al aborto por violación. Eso no es un Estado, señores, es autoritarismo… y no votamos por eso.

La Asamblea, con una aprobación popular que no llega ni al 12 % en un tiempo récord, ya está enterrada: una muerte cruzada es, simplemente, innecesaria.

Son necesarias, eso sí, acciones equilibradas y claras. Es necesario que este Gobierno comience por fin a dilucidar su rumbo, a cumplir sus promesas más allá de la vacunación, a ejecutar todo lo que se propusieron cuando pelearon varias veces por la presidencia de este país castigado por la corrupción, la inseguridad y la indiferencia.

La postura de Vela demuestra que se quedó en los 80, que no entendió las urgencias ni se sintoniza con el contexto de una sociedad que tiene más derechos, y reclama políticos a la altura.

Alexandra Vela debió entender que ya no es de la DP de Mahuad. Alexandra debió entender que el país no es una empresa con un único dueño al que hay que responderle con rentabilidad. Por el bien del país, siempre puede haber más de una opción. Decir que “morir” era la única, es renunciar antes de dar la batalla.