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Carmen Ojeda Oquendo | ¿Se puede entrenar la felicidad?

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La psicología positiva, una rama relativamente joven de la ciencia psicológica, sostiene que la felicidad puede cultivarse

Actualmente el estrés, la ansiedad y la prisa parecen ser la norma en nuestras vidas, por lo que la búsqueda de la felicidad se ha vuelto más urgente que nunca. Pero, ¿es la felicidad solo cuestión de suerte o genética? ¿O podemos entrenarla como un músculo? La psicología positiva, una rama relativamente joven de la ciencia psicológica, sostiene que sí: la felicidad puede CULTIVARSE.

Diversos estudios indican que aproximadamente un 50 % de nuestra predisposición a ser felices está determinada por factores genéticos, un 10 % por nuestras circunstancias externas (como el dinero o el entorno), y un sorprendente 40% por nuestras acciones y actitudes intencionales (Lyubomirsky, 2007). Esto último sugiere que, si bien no todo depende de nosotros, tenemos un margen de maniobra significativo para influir en nuestro bienestar emocional y esto se puede lograr a través de hábitos que colaboren a este fin.

Uno de los ejercicios más estudiados por la psicología positiva es el ‘diario de gratitud’. Consiste en escribir, cada noche, tres cosas por las que uno se siente agradecido. Estudios han demostrado que quienes lo practican regularmente reportan mayores niveles de satisfacción con la vida y optimismo.

Otro hábito consiste en fomentar las relaciones significativas, ya que las relaciones profundas y de calidad son el predictor más sólido de una vida feliz y saludable. No es la cantidad de amigos lo que importa, sino la calidad del vínculo.

Un tercer hábito es fluir y comprometerse; dedicar tiempo a actividades que nos desafíen y nos gusten -desde pintar hasta resolver problemas- puede aumentar significativamente nuestro bienestar.

Por último, se recomienda la práctica de la amabilidad, ya que esto no solo beneficia a quien lo recibe, sino también a quien lo realiza. Ayudar a otros libera dopamina y oxitocina, las llamadas ‘hormonas de la felicidad’.

La felicidad no es un punto de llegada, sino una forma de transitar el camino. No se trata de ignorar el dolor o la tristeza -emociones humanas e inevitables- sino de construir una vida con más momentos de plenitud, conexión y sentido.