Prisionero de sus propios errores
Todos están a favor de cambios profundos, pero sin violencia
La capacidad de gobernar del presidente Lasso ha estado en entredicho más que nunca. Lleva 13 meses sorteando crisis que le han impedido consolidarse, y la falta de confianza y credibilidad ciudadana se ha incrementado por la reacción desproporcionada de las protestas sociales y actos vandálicos, en perjuicio de todos los ecuatorianos. Debemos rechazar los actos criminales que se dieron y que se acercaron más a terrorismo urbano planeado, coordinado y financiado, que a simple protesta social. Y no son fortuitos, representan lo que unos pocos quieren: caos y destrucción. En el tiempo que lleva el presidente en el poder, son cada vez más los sectores políticos, sociales y gremiales que piden su renuncia por no sentirse bien representados y escuchados en la solución de sus graves problemas. Hoy prima la mesura y se sigue buscando tender puentes para garantizar la institucionalidad que se debilita cada día más. Preocupa que no se vislumbra una figura que ejerza un liderazgo que pueda garantizar una transición democrática ordenada; así, que el presidente se vaya no es la mejor solución. Su imagen es de un presidente prisionero por sus propios errores; aunque consiguió parar las protestas, se le avecinan múltiples incendios para los que su gobierno no parece estar preparado. De no rectificar, escuchará cada vez más voces pedir su renuncia por no entender el escenario político actual y el ánimo ciudadano. Todos están a favor de cambios profundos, pero sin violencia.
Ec. Mario Vargas Ochoa