¡Pareciera que no sabemos ni aprendimos a vivir de otra manera!

En la actualidad, lo normal en esta nación es que todo sea injusto, peligroso, corrupto, que nos roben en nuestras narices

Los ecuatorianos somos una sociedad masoquista. No todos, pero hablo en plural porque así tomamos las decisiones que definen nuestro futuro colectivo. Tenemos un país bendecido y privilegiado, el problema somos nosotros. Podríamos disfrutar con tranquilidad pero elegimos seguir, la mayoría de las veces, en manos de los mismos politiqueros, soportando los mismos abusos, corrupción e impunidad, resignados a que la situación no mejore. Nos hemos acostumbrado a la violencia y delitos de toda índole y ya no somos capaces de vivir sin ellos. Los propiciamos con la indiferencia. Los demandamos y aplaudimos; los aplicamos a nuestra vida cotidiana. Basta ver cómo tratamos a quienes piensan diferente o echar un vistazo a las redes sociales y campañas políticas, que más se asemejan a las cloacas. Estamos atrapados dentro de una espiral tóxica que nosotros mismos creamos. Los escándalos de corrupción se aglomeran uno tras otro con total impunidad. No denunciamos porque nos resignamos a que las denuncias no tengan ningún efecto. La resignación nos vuelve cómplices de lo que tanto repudiamos y el castigo es seguir igual o peor, afrontando los mismos problemas, soportando el mismo país a merced de los mismos políticos corruptos de siempre.

Pareciera que no sabemos ni aprendimos a vivir de otra manera. Yo nací varias décadas atrás y sí supe lo que era vivir en armonía y paz. En la actualidad, lo normal en esta nación es que todo sea injusto, peligroso, corrupto, que nos roben en nuestras narices, que nos ‘vacunen’, nos amenacen y nos nieguen nuestra libertad.

Ec. Mario Vargas Ochoa