Nuestro trato con los demás

Cuando respetamos a los demás hasta la exageración, indirecta la persona está ganando en su dignidad, honor, honra y honorabilidad. Se asemeja a esa advertencia que nos fijamos en una galería o museo cuando hay un anuncio de no tocar. Un ser humano puede ser admirado no solo con base en sus atributos físicos sino más por sus intelecto, virtudes y cualidades. De lo que no podemos eximirnos jamás es de dedicarle tiempo, amor y vida. Ahí está el meollo del asunto: saber ver en las demás personas todo lo positivo y no fijarnos en aspectos negativos. Deberíamos ser justos y equitativos en nuestros pensamientos sobre las demás, sin prejuzgar ni condenar, pues no somos jueces.

Eduardo E. Jiménez