El gran dilema: ¿libertad o seguridad?

Atinar con ese equilibrio, que nos permita mantener libertades democráticas sin perder seguridad es quizá, la tarea decisiva que tenemos por delante

Para los defensores de la seguridad todo está justificado con tal de salvar vidas en pandemia. Ellos precisan instaurar una sociedad controlada, regularizada e hipervigilada. Para los defensores de la libertad, esta no debe restringirse por ningún motivo: es un valor supremo, no puede cambiarse por salud, bienestar económico ni nada. Entre los partidarios de la seguridad hay muchos atemorizados o cómodos; entre los partidarios de la libertad figura un elenco diverso: negacionistas, irresponsables, indiferentes y apáticos. Tanto en la vida individual como colectiva existen valores estimables, dignos de ser deseados, pero incompatibles entre sí. Libertad y seguridad son ideales valiosos, aunque no siempre fáciles de compaginar. La dramática realidad nos obliga a dirimir este dilema. Con una nueva ola de contagios, hoy vemos las consecuencias del descontrol, abuso e imprudencia de quienes ejercieron su libertad (en fiestas, reuniones y aglomeraciones). A la inversa, para Navidad y fin de año, el Gobierno hubiera podido decidir (asustado o cómodamente) confinarnos a todos, al menos hasta que se cumpla con la vacunación de refuerzo; esto hubiera (posiblemente) ralentizado la propagación del virus, pero violentado nuestra libertad y pulverizado nuestra economía. No hay solución absoluta, última y definitiva. Atinar con ese equilibrio, que nos permita mantener libertades democráticas sin perder seguridad es quizá, la tarea decisiva que tenemos por delante.

Juan Francisco Yépez Tamayo