El Ecuador y una clase política mediocre

Ecuador pide a gritos que sus hijos nos juntemos, dejando atrás diferencias en la forma, no en el fondo.

En Ecuador desde hace décadas nuestras instituciones han sufrido el manoseo de personajes nefastos, con notoria incapacidad para gobernar el país o gerenciar las instituciones del Estado. Honrosas excepciones han demostrado capacidad, responsabilidad y voluntad de servicio. En la mayoría de ocasiones, las más altas posiciones del Estado han sido usurpadas por personas cuyos atributos han brillado por su ausencia o que, por ser tan limitados no se han visto reflejados con contribuciones positivas, transformadoras y desarrollistas. Un ejemplo inequívoco es el paulatino deterioro de la calidad de asambleístas. Las pocas voces creíbles y respetables que quedan se ven opacadas por la vulgaridad o el populismo esquizofrénico. La en otros tiempos tribuna donde se veían y escuchaban grandes debates y oratorias de ilustres personajes, se ha convertido en el círculo de la componenda y sainetes de pésima calaña. Ecuador está pasando por serios problemas económicos, sociales y políticos; es extremadamente necesario que haya transparencia y responsabilidad en la toma de decisiones de sus máximas autoridades, sin privilegios ni compromisos políticos partidarios ni intereses personales. Ecuador pide a gritos que sus hijos nos juntemos, dejando atrás diferencias en la forma, no en el fondo. Con grandeza, formemos un equipo para recuperarlo. La conciencia colectiva y el compromiso de todos están a favor de las rectificaciones y cambios que requieren, pero sin violencia. ¡Es la gran demanda del pueblo!

Mario Vargas Ochoa