Los dueños de las calles

La búsqueda de una dirección en ciertos lugares es un calvario para quienes lo efectúan en su vehículo; los motoristas atiborran calles y aceras sin Dios ni ley

Guayaquil se convirtió en polo de atracción de muchos ecuatorianos. Las necesidades de los migrantes y el progreso trajeron desorden, que en muchos casos perdura. Ejemplos: al tratar de parquear a un costado del parque Seminario se acercó un sujeto con un papelito que indicaba el costo de permanecer una hora en el sitio: $ 2; de no cancelarlos, amenazó con no hacerse responsable de lo que le ocurra al vehículo y que mejor lo lleve a otro lado. Peor cuando se realiza un espectáculo artístico o deportivo. Un adulto mayor se apea de un transporte público e intenta cruzar una ciudadela que está cerrada por disposición de sus habitantes para evitar la intromisión de delincuentes. El anciano, apoyado en un bastón, busca un dispensario y no puede cruzar pues el sitio se ha convertido en garaje gratuito para moradores. La búsqueda de una dirección en ciertos lugares es un calvario para quienes lo efectúan en su vehículo; los motoristas atiborran calles y aceras sin Dios ni ley. Si se tiene un percance con ellos, se encuentra en la grave situación de ser juzgado y sancionado por la turba. Cuesta mucho trabajo ordenar a los millares de vendedores que se apuestan en aceras y calle. El orden y acatamiento de normas se estrellan frente a la excusa de la necesidad de trabajar para comer. Estamos sometidos a la voluntad de quienes, bajo la mirada complaciente de autoridades desconocedoras, permisivas o endebles han permitido que los más audaces se conviertan en dueños de la calles.

Dr. Ricardo López González