Lo que se debe, se paga

Tal vez el tamaño de mi deuda no sea el mismo que el de los quejumbrosos, pero tampoco creo que su conciencia sea lo bastante bulliciosa como para recordarles que lo que se debe, se paga.

A los 24 años entré a laborar a una empresa que me afilió al IESS desde el primer día. Gracias a la responsabilidad patronal, pues siempre fueron cumplidos con sus pagos tras debitar los valores de mi rol salarial, logré obtener no solo la atención médica requerida, sino además importantes préstamos quirografarios que me ayudaron en necesidades inmediatas. Meses antes de salir de la empresa, en la que laboré cerca de 32 años, el IESS me había otorgado otro préstamo, que cancelé luego del tiempo reglamentario mediante el cruce con la cesantía. De este ahorro, fruto de mis años de trabajo, me quedé con menos de la mitad, pero cumplí con mi obligación, porque en casa me enseñaron que lo que se debe, se paga y esa ha sido mi filosofía de vida.

¿Por qué yo sí pude cancelar, aun mermando mis ingresos, mientras un grupo radical, bajo amenazas, le pide al Gobierno que les condonen las deudas que mantienen con varias entidades estatales? Cada vez que veo a los líderes de estas agrupaciones braveando y pidiendo el olvido de sus pagos me pregunto: ¿qué corona tienen? ¿O será que hemos normalizado ver cómo unos cuantos 'hacen la del sabido' frente al resto del pueblo, que también pasa muchas necesidades y ni siquiera pueden cancelar lo fiado en las tiendas? Tal vez el tamaño de mi deuda no sea el mismo que el de los quejumbrosos, pero tampoco creo que su conciencia sea lo bastante bulliciosa como para recordarles que lo que se debe, se paga.

Ivonne Lago M.