Cartas de lectores: Un susto en la playa y lección de por vida

La infancia pasa volando, pero lo sembrado en ella, permanece

Yo tenía dos añitos cuando me perdí en la playa. Vivíamos en Salinas y ese día habíamos salido con mis padres y una gran familia amiga. Entre conversaciones, risas y el vaivén de las olas, desaparecí. Nadie sabe si seguí a alguien, si me distraje con algo o si empecé a caminar, como hacen los niños curiosos. Mi madre, al notar que ya no jugaba en la orilla, entró en pánico. Comenzó una búsqueda desesperada. En esa época no existían celulares, así que los adultos se organizaron como pudieron: a pie, en carro, preguntando, gritando mi nombre. Todo fue angustia, desesperación e incertidumbre. Afortunadamente, un empleado de un supermercado, donde me conocían, me encontró caminando sola. Me subió en un triciclo que usaba para transportar productos, y mientras pasaba cerca del Yacht Club, una señora que conocía a mi familia lo vio desde una ventana, lo llamó, preguntó por mí y le pidió que me dejara con ella. Poco después, mi madre me encontró sana y salva.

Este episodio marcó mi vida. Sembró en mí una necesidad profunda de tener todo bajo control, de anticiparme, de prevenir. Cuando nacieron mis hijos, la experiencia resurgió. El temor a perderlos me llevó a crear rutinas, hábitos y métodos que me ayudaran a estar tranquila, segura y a protegerlos. Ahora entiendo que el orden es también una forma de cuidar, de crear entornos seguros y reducir el caos emocional. El orden es una manera de amar. Cuando todo tiene su sitio, desde los juguetes hasta la rutina de salir de casa, hay menos riesgo y sobresaltos, más armonía.

Ese susto en la playa fue quizá la primera semilla de lo que es mi vocación, mantener orden y armonía en el entorno y en el hogar. Hoy, más que nunca, criar con atención, cercanía y previsión es un acto de amor y responsabilidad. No podemos evitar todos los riesgos, pero sí podemos reducirlos con hábitos que fomenten el orden, la supervisión y el acompañamiento constante. A los padres de niños pequeños les diría: no subestimen nunca el poder de una mirada atenta, de una rutina clara, de enseñar con el ejemplo. La infancia pasa volando, pero lo sembrado en ella, permanece.

Teresita Sandoval