Cartas de lectores | Silencio cómplice

Ya nadie les cree, pero esos áulicos ideológicos desdicen de su amor al pueblo

¿Qué se puede esperar de personas que han dedicado sus esfuerzos a defender el valor de la fidelidad ideológica por sobre el valor del ser humano? Los que decían que el ser humano estaba por encima del capital, hoy vergonzosamente aceptan que esté bajo la voluntad de un tirano. Aquí, en su tiempo, manipularon con peleles serviles la voluntad popular y lo llamaron triunfo de la democracia; hoy esperan en silencio que allá se consolide un fraude. No aceptan que los de su tendencia sean perdedores, ni que sean tramposos. A esto le llamo fidelidad dogmática. Nada dicen de los atropellos contra la oposición, ataque vil a la democracia, ni de las artimañas burdas como la de colocar 10 o 13 veces la foto del candidato oficial en la papeleta electoral, ni de los ataques y multas a los que alojan o dan servicio de alimentación a los opositores fuertes, ni de la amenaza de baño de sangre, amedrentamiento claro al pueblo sensible por su ignorancia; y aplauden con su silencio las bravuconadas de su afín ideológico. Tampoco hablan del gran fracaso administrativo-económico de un régimen, que al igual que otros, se parapeta detrás del ‘bloqueo’ para justificar sus errores, como hace Cuba. Ya nadie les cree, pero esos áulicos ideológicos desdicen de su amor al pueblo, lo menosprecian cuando desvergonzadamente justifican con su silencio las peores atrocidades contra la democracia. Y con estos palmareses pretenden gobernar nuestro país. ¿Cómo confiar en que sea demócrata quien con silencios permite atropellos contra la democracia? Aquí, las huestes que se autodefinen de ‘progresistas’ y defensores del pueblo, ignoran voluntariamente la realidad del pueblo venezolano, les importa un bledo, porque el mandatario es afín ideológicamente. Esta es una historia que se repite: cuando los ‘izquierdistas’ se ven frente a realidades atroces: pasó cuando Stalin derramó la sangre de sus campesinos y del pueblo ruso (más muertos que los que causó Hitler); muchos ‘intelectuales’ de izquierda lo justificaron o aplaudieron con su silencio. Aquellos que son ciegos voluntarios frente a las atrocidades del poder, del signo que sean, no merecen la confianza del voto en un país que se jacte de ser democrático.

José M. Jalil Haas