Cartas de lectores: Aurelia Palmieri Minuche (1869-1937)
Hoy conocemos esta trascendental gesta para el desarrollo intelectual de la mujer ecuatoriana
Cuando miles de mujeres estudian y se profesionalizan en las universidades del Ecuador, creo de justicia recordar a la ilustre guayaquileña, Aurelia Palmiere (1869-1937), quien en tenaz y persistente accionar hizo realidad no solamente su sueño, sino también el de muchas mujeres del país: estudiar en la universidad.
Sí, estudiar en la universidad y ser médica trazó el sedero que la llevó a vencer los obstáculos que encontraba. Así, tenía primero que ser bachiller y no había colegios para mujeres. Su padre, un italiano comerciante de cacao, apoyó los anhelos de su hija y logró que el sabio y erudito Dr. Francisco Campos Coello sea el maestro, que en menos tiempo de lo establecido llevó a la brillante alumna al conocimiento de planes y programas, incluyendo cuatro idiomas. Hizo la petición respectiva y se reunió el tribunal presidido por el rector de la Universidad de Guayaquil, que examinó por dos horas y media a la estudiante y, entre expresiones de sorpresa y admiración determinó que por “deficiencia evidente de la ley de instrucción pública” no le entregaban el título de bachiller, para luego entregarle una medalla de oro como homenaje a su talento, destacándola como “un estímulo para que las estudiantes sigan su ejemplo”. Con el certificado obtenido, la universidad le negó la matrícula y solo le permitió asistir como oyente a las clases de primer año, cumpliendo hasta con los respectivos exámenes. Pero, no tenía título de bachiller y nuevamente se le negó el ingreso a la Facultad de Medicina.
Todo esto ocurría en la década final del siglo XlX, cuando el país estaba a punto de realizar la etapa más gloriosa de su historia: la Revolución Liberal, después de 40 años de lucha, comandada por el gran Eloy Alfaro, que tomó el poder el 5 de junio de 1895. Pocos días después, Aurelia Palmiere, recibida por el presidente, le explica su situación y este brillante estadista, humanista y comprometido con la justicia, decreta el reconocimiento como bachiller, hace válidos los exámenes de primer año en la Facultad de Medicina y autoriza la continuación de sus estudios. Hoy conocemos esta trascendental gesta para el desarrollo intelectual de la mujer ecuatoriana, por la biografía La precursora olvidada, de la historiadora Jenny Estrada, rescatando del olvido total a tan ejemplar guayaquileña
Rosa Lalama Campoverde