De construcción mixta -cemento y guadúa-, llama la atención desde su fachada y porque cada tarde el sonido imponente de la marimba envuelve de buen ritmo el ambiente del centro de la ciudad de San Lorenzo, en el extremo norte de la provincia de Esmeraldas. “Aquí ensayamos cada tarde los integrantes del grupo de marimba Torbellino. A menudo la gente entra a ver de dónde viene esa algarabía”, cuenta la gestora cultural Niria Orceña, conocida como la tía Ney y quien es la administradora de ese espacio de nombre completo Asociación Folclórica Cultural Torbellino.

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Cuando los turistas y visitantes, llamados por el son de la marimba, entran a Torbellino, encuentran a la agrupación danzando marimba, pero también descubren las paredes del lugar adornadas de objetos tallados en madera, guadúa, coco y badea, adornados con escarchas y pinturas de diferentes colores. Todos, elaborados artesanalmente por los miembros de la agrupación.

En ese punto hay ocho marimbas, entre grandes y pequeñas, diatónicas y cromáticas; 15 bombos; al menos una decena de guasas; más de 20 canaletes; más de 15 canastos; sombreros; maracas, abanicos y catangas para atrapar los camarones del río. Artesanías en miniaturas y hasta objetos como la plancha a carbón, una lámpara de queroseno a presión y un televisor de perilla. “No cuesta nada visitar este centro. Cuando vienen los turistas, yo misma los recibo, les muestro el lugar, les hablo del grupo y les narro lo que cada pieza que aquí tenemos representa. Todo es ancestral, los exponemos al público, pero el que quiere comprar algo, le vendemos”, menciona Niria, mientras entusiasmada hace un recorrido como muestra.

Y es que cada pieza tiene su razón de ser: una historia que resalta el valor de la cultura afroecuatoriana, que impulsores culturales como la tía Ney quieren mantener vivos y dar a conocer a las nuevas generaciones, algunas por su valiosa utilidad y otras por sus encantadoras creencias.

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Por ejemplo, el mate, cuenta la mujer refiriéndose a la enorme cáscara del fruto Crescentia cujete, con el que tradicionalmente los ancestros de San Lorenzo creaban una serie de recipientes. “Tenemos decenas de mate decorados y pintados. Este no solo era usado como bacinilla, sino que lo usábamos para que cuando alguien desaparecía en el río o en el mar, poníamos una vela en el centro del mate y lo dejábamos andar en el agua, cuando el mate se paraba, ahí abajo estaba la persona ahogada. Era tan verídico que la gente se acumulaba a esperar que el mate se parara y siempre donde lo hacía, estaba el cuerpo”, explica.

El mate además servía para las mujeres que recién habían dado a luz, continúa la tía Ney, “como se lo usaba como recipiente para el orine, las recién paridas, para evitar el pasmo, se lo colocaban en la cabeza y el olor de la fermentación del orine les curaba el pasmo”, detalla.

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Entre otros objetos, Torbellino ensalza al mechón o mechero por su gran utilidad: Se trata de la chomba del coco que los recolectores de concha, en el manglar, usan para espantar a los mosquitos. “Prenden el mechón y con el humo los ahuyentan”. La tía Ney explica además que resaltan esa herramienta de trabajo, porque como los canaletes, canoas, los canastos y los cargueros les recuerda la importancia de las labores en el manglar y en el mar que tradicionalmente han hecho sus ancestros y que sigue siendo un oficio de los habitantes de la localidad.

UNA GESTORA DE HISTOS CANTONALES

Niria Orceña no solo es reconocida por Torbellino. A punta de marimba y junto a más jóvenes activistas y gestores culturales de su época, se le reconoce por conseguir hitos históricos para San Lorenzo, como la construcción en 1990 de la carretera Ibarra-San Lorenzo y la electrificación del cantón.

“Para conseguir que nos construyeran la carretera nos fuimos en tren hasta Ibarra y desde ahí a Quito a pie, bailando marimba. Nos echamos seis días caminando. Cuando llegamos a Quito, entramos desde la ciudad hasta la Plaza del Teatro, bailando descalzos. Cuando llegamos a la plaza, caí desmayada, me dio una neumonía”, recuerda esta anécdota, como parte de su trayectoria de más de 30 años como gestora cultural y activista.

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