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Los ensayos de música académica se realizan en la iglesia El Bautismo de Jesús, en Monte Sinaí.Cortesía

De regreso al arte y al deporte, aunque ahora distanciados

Los chicos del Semillero de talentos de la Fundación Huancavilca y Misión Alianza combinan el aprendizaje virtual con un pequeño espacio presencial

Por primera vez desde que empezó la pandemia, la orquesta infanto-juvenil del noroeste de Guayaquil volvió a ensayar sin una pantalla de por medio. Niños y adolescentes de Monte Sinaí y de Flor de Bastión se reencontraron, aunque no con el despliegue de antes, cuando eran 45. Estaban menos de la mitad, reunidos en una iglesia, separados en las bancas con una distancia mínima de dos metros y todos llevaban mascarillas (solo los chicos que tocaban los instrumentos de viento podían retirárselas en el momento de la práctica).

Los integrantes del proyecto Semillero de talentos, de la Fundación Huancavilca y de Misión Alianza, vuelven lentamente y con cautela al arte y al deporte. Sus mentalizadores no querían dejar atrás esta iniciativa que nació hace cinco años para mantener a los menores alejados de los vicios.

Aunque en abril pasado habían comenzado las clases de música académica, de danza y de deporte de manera virtual, se presentaron algunas dificultades, especialmente porque no todos podían conectarse.

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Hubo que llevar algunos instrumentos a las casas para que los chicos pudieran ensayar, otros tuvieron que colocar aros en sus viviendas para practicar baloncesto. Así trataban de avanzar en el proyecto.

“Algunos padres nos decían que sus hijos estaban teniendo comportamientos no adecuados y que retornar al proyecto podía hacer que cambien”, cuenta Alexandra Molinero, directora ejecutiva de la Fundación Huancavilca.

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Una vez a la semana, las niñas reciben sus clases de danza por media hora y con recesosCortesía

Había llegado entonces el momento de verse de nuevo, pero con todos los cuidados, por eso los ensayos y prácticas ya no son en grandes grupos (algunos no pasan de cinco o de diez personas) ni duran mucho tiempo (solo media hora y una vez a la semana). Eso sumado al distanciamiento, al uso de mascarillas y a la continua desinfección.

Los padres han sido de gran ayuda en esta fase, pues ellos colaboran con que se cumplan las medidas de bioseguridad.

En el camino van ajustando detalles. Por ejemplo, en el caso de la orquesta, notaron que al ensayar en un espacio abierto y con distanciamiento había algunas dificultades. “Debido a la pandemia se redujo la orquesta y hay que compensar la sonoridad de los grupos y darle un poco de realce al cuerpo de las cuerdas”, explica Víctor Cifuentes Llaguno, director artístico de la agrupación.

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En el área deportiva, lo que comenzó con tutoriales y clases virtuales tiene pequeños espacios presenciales. Hay calentamientos, ejercicios de lanzamiento en los que no hay contacto físico, no se pueden hacer competencias, ni torneos.

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En el deporte solo hay entrenamiento. No se permite el contacto físico.Cortesía

Víctor Mendoza, profesor de educación física y entrenador de baloncesto, explica que se separa a los chicos por grupos, y cuenta que hay una madre de familia que les rocía el alcohol.

Las familias no niegan que al inicio había ciertos miedos, pero que al ser ensayos y entrenamientos por tiempos muy breves y solo una vez a la semana y con la seguridad de que se cumplen las normas, están más tranquilos. Yohanna Pihuave, presidenta del comité de padres de familia de Monte Sinaí, dice que como cada treinta minutos hay cinco o diez niños en una clase, los riesgos disminuyen. Y una vez que acaba la capacitación, todos van directo a casa.

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Alexandra Molinero explica que las clases virtuales se mantienen y que por ahora los presenciales seguirán limitados.

  • El programa

Son 300 chicos los que se benefician del proyecto en Monte Sinaí y Flor de Bastión.