Acción. El movimiento idóneo para despegar es tener atrás el precipicio e ir volando mientras la vela alza vuelo. Este proceso tarda segundos.

Un vuelo a la libertad

El campeonato mundial de parapente ya se vive en el Puerto Principal con 35 países representados y más de 100 pilotos que sobrevolarán Guayaquil.

Una especie de catarsis. Una liberación, no de esas que significan rebeldía y desenfreno, más bien esa de despojar lo negativo y sentirse vivo, tener paz, ser un ave por minutos u horas, esa sensación de creer que todo en este mundo es posible. Adrenalina, miedo, placer, éxtasis, una mezcla de todas estas emociones y encuentra uno de los deportes más placenteros y arriesgados del planeta: el parapente.

Con una maleta similar a la de un trotamundos, estos privilegiados llevan en ella su equipo de alta gama (avalado en unos $ 5.000) y acomodan todos los implementos necesarios para el viaje, como si de expertos en tetris se tratara.

Desde que sacan sus velas y programan sus equipos, tardan entre 15 y 20 minutos para convertirse en aviones humanos para el campeonato mundial de parapente (organizado por Paragliding World Cup), que arranca hoy y durará siete días.

Si solamente atreverse a volar es todo un reto, todo lo que acarrea este deporte delata la valentía de sus participantes, quienes en su mayoría son hombres, pero también cuenta con mujeres, que desechan estereotipos y alzan vuelo con grandes cantidades de peso que pueden controlar gracias a los años de experiencia en el aire.

Así como en el mar las olas marcan el rumbo de los surfistas, en Guayaquil el viento caliente (científicamente llamado térmica) es lo que refleja si el día es o no bueno para transformarse en un pájaro.

“No hay cómo explicarlo, es una sensación de libertad, te conectas demasiado con la naturaleza, volamos sin motor. Así como aprovechamos las olas para surfear, acá la térmica para volar”, explica a Diario EXPRESO Pablo Villacrés, parapentista ecuatoriano.

Otro de nuestros grandes representantes, José Andrade de Quito, voló por primera vez a los 10 años gracias a su padre. Hoy con 25 ha recorrido varios países gracias al deporte y nos explicó la diversidad que hay en esta disciplina, que va desde un paseo tranquilo hasta acrobacias. “Están el vuelo biplaza (dos personas en una sola ala) y el monoplaza (una sola). Luego las gamas: están las carreras de velocidad (categoría de esta competencia), las alas más pequeñas sirven para hacer trucos, los acrobáticos y speedfly, que son más chiquitas y vendrían a ser como downhill volando”.

Pero así como pueden sentirse los reyes del mundo, también hay situaciones alarmantes. Shawin Kao es una parapentista de origen taiwanés que representa a Argentina y en Santiago de Chile sufrió una fisura en una de sus costillas, dice ella “por errores humanos”, algo que pudo costarle la vida.

“Las condiciones no estaban tan bien y decidí cantar nivel 3 (significa que no considera que está para volar). En pleno aterrizaje tuve un colapso con la vela, la compensé y cuando descendía a los árboles llevaba una botella de agua y la base me pegó en las costillas. Ahí se dio la fisura”, recuerda la argentina, quien ama venir a Guayaquil por el tradicional cangrejo criollo.

La acción de este torneo se llevará a cabo en el cerro Bototillo, en la vía la costa, con 35 países del mundo y 130 deportistas.

Los instrumentos para volar

Desde arnés, vela, GPS, paracaídas (hay quienes usan dos), radio, casco, guantes, alimentos, hidratación y en algunos casos un lastre (que es una bolsa llena de agua para completar el peso que requiere la vela), hasta un sistema para poder orinar en el aire, son los implementos que llevan los parapentistas en cada vuelo.

Los sistemas de GPS resumen en su dispositivo todo lo que tiene un panel de avioneta, velocidad sobre relación de tierra y velocidad sobre relación de viento y altura.

“Visualizamos el wavepoint (meta) para saber a dónde ir. Tenemos un variómetro que trabaja con las térmicas y nos dice que están ascendiendo; brújula y otras aplicaciones para técnica de vuelo”, describió Jorge Villacrés de Ecuador.