Voces en la Asamblea General

En la Asamblea General de la ONU el mundo ha podido escuchar relevantes piezas oratorias con alto contenido intelectual orientado a lo político, lo económico, lo social, lo cultural o lo medioambiental.

Nunca han faltado en ella invocaciones a la paz y la condena del armamentismo. Para eso precisamente fue creada la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y es su Asamblea General el espacio propicio para hacerlo.

Sin embargo, recién iniciada la asamblea, el prepotente millonario que hacía su debut en ella, representando nada menos que al Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, ha sorprendido malamente al planeta al pronunciar grotescas amenazas como la de destruir totalmente a Corea del Norte, llamando hombre cohete a su presidente, calificando de depravado a su régimen. A epítetos semejantes se hicieron acreedores Irán, que fue calificado como dictadura corrupta en un Estado paria, estableciendo que el acuerdo firmado para frenar su programa nuclear constituye una vergüenza para los Estados Unidos; y también Venezuela, que a su tiempo igualmente recibió críticas de algunos gobernantes latinoamericanos como Colombia o Brasil. Respecto a Cuba, reiteró que no levantará el embargo comercial en la isla. Sin duda, otro gazapo, en un escenario absolutamente inadecuado para tenerlo como marco de un comportamiento más propio de un capo de mafia que de un homólogo de Lincoln o Jefferson.

Resulta lamentable que una potencia como los Estados Unidos esté sometida al riesgo permanente de un discurso en el que serán frecuentes los pecados de la lengua. Lo que está en juego es la paz mundial y perderla por la incontinencia verbal de algunos líderes no es aceptable, dado que el próximo conflicto podría incluir armas atómicas.

Por eso, y cabe reseñarlo, el presidente del Ecuador ha hecho bien en reiterar el valor del diálogo y la obligación de luchar por el mantenimiento de la paz. Criticable es en cambio que en nombre de la no injerencia en los asuntos de otros Estados, se siga tolerando sin actuar el enorme sufrimiento a que está sometido el pueblo hermano de Venezuela. Bien tiene el Gobierno ecuatoriano, en el marco de la Carta de Riobamba, el instrumento adecuado para promover una acción conjunta que le permita a los venezolanos recuperar sus libertades y sus DD. HH.