Ocupación. Miguel Andrade elabora las monturas en su pequeño taller.

La talabarteria, un oficio que fenece en Cuenca

Miguel Andrade lleva medio siglo en el oficio de la talabartería, el arte lo heredó de su abuelo Víctor y su padre Jacinto. A sus 66 años es el último de los talabarteros activos en la ciudad, según el registro de la Asociación de Artesanos de Cuenca.<

Miguel Andrade lleva medio siglo en el oficio de la talabartería, el arte lo heredó de su abuelo Víctor y su padre Jacinto. A sus 66 años es el último de los talabarteros activos en la ciudad, según el registro de la Asociación de Artesanos de Cuenca.

Luciendo un mandil de tela jean, color azul; de pelo canoso y estatura mediana, con voz suave pero firme, Miguel contó que su primer trabajo con la suela lo hizo a sus 16 años; “fue una silla para montar caballo”, expresó.

Sobre un armazón de madera, Miguel colocaba la suela previamente remojada en agua para ir cubriendo el madero con el cuero y formar una montura para caballo, al igual que en su primer trabajo. Con punzones, cuchillos pequeños; pero bien filudos, varillas con punta redondeadas y un martillo, el artesano iba repujando la suela para darle un acabado artístico con detalles nacidos de su inspiración.

“Esta montura la venderé en unos 500 o 600 dólares, estimo acabar en unos quince días”, adujo Miguel, recordando con nostalgia que en el barrio de El Vado, noroeste de Cuenca y donde aún mantiene su taller, en 1967 hubo unos veinte talabarteros. “Vengo de una familia (tercera generación) de elaboradores de artículos de cuero, como monturas para caballos o albardas y aparejos para montar asnos y mulas”, exclamó Miguel muy orgulloso y esperanzado en que su hijo de 38 años, Ángel, quien le ayuda con trabajos menores en el cuero, decida continuar la tradición. “Aunque hoy en día hay pocos caballos y poco mercado”, dijo sonriente. (F)