Seamos positivos y optimistas

Seamos positivos. Seamos optimistas. Mantengamos la plena confianza para creer con firmeza que el Ecuador es distinto a otros países de la tierra, como lo demuestra la historia. Los momentos difíciles por los que nuestra patria ha tenido que atravesar solamente sirvieron para evidenciar que no la doblega nada, ni nadie. Que cada instante de zozobra, de angustia, de dolor sirvió para fortalecer nuestro espíritu, para que comprendamos que “la vida comienza mañana”, que el ayer es ceniza, que el futuro es viento y que solamente es el hoy el que debe servir para avanzar por el camino del éxito, de la prosperidad y del progreso. Es hora de deponer ambiciones ya personales, de grupos, de “grupúsculos”. Que dejemos de odiarnos entre nosotros. Que no oigamos las consignas que lanzan los amargados, los fracasados, los resentidos con la sociedad en la que nacieron y se criaron, porque creen que de esta manera llegan al corazón de “su pueblo”. No oigamos a los vanidosos ni a los fatuos. Tengamos presente que los acontecimientos dolorosos y trágicos que vivió el Ecuador en las últimas semanas de octubre no deben ni pueden repetirse por mil razones. Somos inteligentes y, por lo tanto, así es como debemos actuar.

La única fórmula civilizada para arreglar los problemas es el diálogo frontal, sereno. Diálogo en el que se escuche y no se impongan voluntades. Diálogo en el que participemos todos, convencidos que la patria es de todos, y no de ningún sector en particular, por valioso que sea. Este diálogo nacional debe ser para que recordemos que “se necesitan dos años para aprender a hablar y setenta para aprender a callar”, como lo dijera Ernest Hemingway. Este pensamiento es aplicable para la búsqueda de la paz, porque estamos acostumbrados no solamente a hablar, sino que no hemos aprendido a callar para oír lo que dicen los demás.

Exijamos a los dirigentes políticos que cumplan con el rol que les corresponde. Que le entreguen al país programas de gobierno reales para que se cumplan a cabalidad y no siembren la desesperanza, la desconfianza en las masas que los siguen.