Pruebas estandarizadas
Como en cada caso, cuando el Ineval entrega apreciaciones y notas surge un revuelo entre quienes hacemos el mundo de la educación, por lo justo o injusto, lo ético o no, de la forma de medir y de la difusión de resultados.
En nuestro criterio, lo importante es tener claro, en primer lugar, que una evaluación, cualquiera que sea esta, retrata un único momento del aprendizaje, como también los resultados obtenidos por un grupo humano; y todos los educadores sabemos que ninguna promoción es igual a otra. De otro lado, es importante recordar que una prueba estandarizada es válida cuando busca y genera índices nacionales: ¿cuánto somos en matemáticas? 6, 7 u 8. ¿Cuánto en lengua, en ciencias? Etc.
Tomar resultados de pruebas estandarizadas para contrastar modelos educativos, para comparar calidad y procesos de formación, ciertamente no sería ético pues el objetivo final es buscar el contraste de cada institución con el índice alcanzado: yo soy 6 y el índice es 8, o soy 9 y el índice es 7; pero intentar a partir del ejercicio comparar regiones, ciudades, modelos educativos, no es lo adecuado.
Posiblemente un colegio trilingüe aporte más a la calidad educativa y al proceso formativo de un estudiante que aquel que agote todos los capítulos de Matemáticas o Lengua: “sé un capítulo menos de funciones, pero hablo tres idiomas”. Si entendemos a la educación como un proyecto formativo que trabaja en cada individuo y genera modelos diferenciados para atender las necesidades de los niños y jóvenes de una comunidad, de un nivel socioeconómico, de una región, no podemos, no debemos, intentar establecer raseros comparativos.
Los gobiernos tienen el derecho de manejar las cifras como lo deseen, pero esto no debe llevarnos a confusiones, pues como es difícil comparar peras con manzanas, asimismo resulta difícil, casi imposible, poder comparar hasta la saciedad, los beneficios y dificultades, el pro y los contras que puedan tener los modelos educativos. De ahí que la visión, la misión, los objetivos y los logros en la vida del exalumno, se vuelven los diferenciadores esenciales.
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